Tengo un cable de antena
no sé donde conectarlo
pero sé que sirve de algo
que encaja en algún lado
y con él logro la imagen perfecta
y puedo ver el fútbol sin interferencia.
No sé, pero a algo de mí me recuerda,
algo que me cuesta afrontar
cuando pierdo la conexión,
cuando ni siquiera antena poseo,
cuando mi T.V. está sin uso,
o cuando simplemente no existe.
Es algo que está en mi interior,
algo que conecta desde mis neuronas
hasta los más recónditos
glóbulos rojos.
He ido cientos de veces al Servicio Técnico
a preguntar por la conexión
creo que me dan la solución
pero en el camino a mi casa
se me olvida.
Volviendo a mí, se vuelve inútil
me revuelve los intestinos
y me tiende un cigarrillo,
una piscola…
y el cable se ríe de mí
a veces me quiere olvidar, alejarse de mí,
buscar a alguien que le dé uso
pero sigue aquí,
a la espera de algo nulo,
o de un simple televisor
del cual aferrarse hasta la muerte,
con el cual prender fuego sería ilusorio
donde las brasas son todo, porque ya todo ha pasado,
las imágenes
las telenovelas, las noticias, el fútbol.
Pero no apago mi T.V.
la quiero encendida por siempre
y cuando al fin lo tenga
soldaré la antena
ya que el televisor llegó por su voluntad
nadie lo obligó
lo cuidaré,
no me dejará,
en el camino debo aprender a usarlo,
a cambiar canales
y a calmarme ante lo más inevitable,
haberlo encontrado,
para siempre,
para mí.
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