Continuación


Con el sabor del último beso en los labios, quedó dormido Daniel.

El sueño le llevó por un prado verde rodeado de suaves cerros de hierba y flores silvestres. Caminaba erguido, como si jamás hubiese padecido malformación alguna. No sentía extraña la situación. Sus pies descalzos absorbían el frescor que le brindaba aquella alfombra verde y su mirada reposaba sobre las largas y suaves colinas.
De pronto un ruido sordo lejano, que parecía venir de su pecho, se fue haciendo más preciso. Sus pies notaron un ligero temblor que ascendía desde la tierra y aumentaba a cada paso. Su agitación crecía al unísono. Palpitaba fuertemente cuando una recua de caballos salvajes pasó galopando junto a él. Eran de todos los colores, de crines al viento, jadeantes y derrochando fuerza y vitalidad. Se sintió atraído por ellos. Hubiera querido ser uno de ellos o todos a la vez, corriendo sin límite por aquel prado interminable. El golpeteo de los cascos y su corazón eran un solo redoblar de timbal.
Pero los caballos le sobrepasaron y él siguió a su paso, imposibilitado de seguirlos y con gran frustración. Siguió caminando pero ya no lucía el sol en el cenit. Sus pasos eran firmes pero su corazón parecía que le había abandonado con los alazanes.

Le envolvía una tristeza fina y espesa como hilo de seda.

--¡Dani! ¡Dani! ¡Despierta! ¿Qué te pasa?

Su hermano menor se agitaba en leves sollozos y despertó a las voces de Pedro.

Todavía con la respiración agitada, abrió los ojos, miró a su hermano con el rostro compungido aún por los efectos del sueño y este le abrazó.

No dijo palabra Dani, tampoco Pedro preguntó. Siguieron así un tiempo hasta que El mayor susurró en su oído: “No puede ser que te haya quedado tan mal gusto de boca después de conocer a Leo”

Dani rió divertido.

-- La gerencia de este hotel está en los buenos detalles con sus clientes más especiales y esto ha sido todo un detallazo, ¿no te parece? – Aseveró Pedro con cara de satisfacción.

-- Pedro, ha sido mi primera vez ¿Comprendes?

-- ¿Y qué pasa con eso? Para ser la primera no ha estado nada mal la tía que te ha tocado en suerte. JAJAJAJAJAJAJA

-- ¡Qué bestia eres, hermanete! – Miró con fijeza los ojos castaños de Pedro y prosiguió.

-- Su belleza me seducía, no lo puedo negar, pero su entrega a mí y su deseo de darme aquello que yo demandaba con los ojos, superando lo que tuvo que superar para acariciarme y sentirse acariciada por este cuerpo deforme...

Contuvo un suspiro y lanzó aire retenido en su pequeño pecho.

-- Vi algo más en aquellos ojos celestes cuando estuvo junto a mí.

-- De modo que te tiene enamoradito en una sola sesión. Eso es acertar en el primer tiro; pero te aconsejo, querido hermano, que medites bien dónde vas a dejar tu corazoncete de Toulouse Lautrec. Estas chicas son de alterne, mano, ¿qué no lo viste? ¡Ji ji y ja ja! Y si te he visto, no me acuerdo.

-- Si midiera un metro ochenta te reventaría esos morros de ovejo que tienes, cacho perro.- Dijo Dani entre divertido y ofendido, lanzándole el almohadón a la cara.

--La tarde es joven y vamos a conquistar Buenos Aires, chavalote. Quiero que te luzcas con algún modelito de esos que has traído en tu baúl, pequeñajo. JAJAJAJAJAJAJA

De entre ambos hermanos, el más pequeño disimulaba su humor.

El germen del amor había comenzado a enraizar en su pecho.



Continuará