Rodrigo me regalo una rosa. Es la primera rosa que me regalan, aunque creo que papá me dio una hace un tiempo, pero nunca como esta. Voy caminando con los libros de enseñar catecismo en una mano y la flor en la otra, pensando y pensando: en Rodrigo regalándome la rosa, en su perfume, en que es una tarde hermosa y en que pena que mamá no pueda disfrutarla.
Cuando llego todo está igual: mi abuela, la cara seria y una arruga cruzándole la frente como una cicatriz, papá que hace días que no se ríe y mis hermanas ahí sentaditas haciendo silencio, como se debe. Creo que Carolina esta llorando pero se tapa para que no la veamos.
Papá se levanta despacio y me pregunta si quiero entrar. Yo le digo que sí y se me empiezan a mover las piernas solas como si me estuviera haciendo pis, me mira la flor y me dice que a mamá le va a gustar. Yo le digo que sí otra vez y la agarro con tanta fuerza que me pincho, pero me aguanto sin decir una palabra.
Mamá esta acostada, todo es blanco alrededor y se siente ese olor a hospital mezcla de comida y alcohol. La miro, está como más chiquita y pálida y tiene los labios recién pintados de rojo, pero su pelo está grasoso y llovido. Está llena de cables y agujas, igual sonríe y las palabras le salen despacito. Yo miro por la ventana, no se ven más que techos grises y feos, quiero correr la cortina pero mamá me dice que quiere ver el sol.
Me siento en la silla al lado de su cama y empiezo a contarle de Rodrigo, que el sábado me dio un beso por primera vez, que somos novios. Espero su reacción, me conozco de memoria lo que va a decir: “que hasta que no cumpla 17”, “que hay tiempo, que mejor ser amigos”. Mamá no dice nada, ni siquiera se le frunce la nariz. Le pregunto por la ropa que me voy a poner para el cumpleaños del sábado, y me dice que me compre algo lindo, que la tía me acompaña. Respira con dificultad, yo miro otra vez los techos grises.
Una enfermera me dice con voz cantarina que ya terminó la visita, que mamá tiene que descansar, la mira y le sonríe: “que guapa se ha puesto para sus nenas. Así me gusta”.
Yo camino despacito hasta la cama y le dejo mi rosa en la mesita. No quiero mirarla porque sé que esta llorando.
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