Ese es mi mayor defecto
o quizá mi mejor virtud,
no acepto las cadenas
que me quieren atar
y siempre hábil esquivo
las redes de tramposos cazadores
que me buscan someter.

Soy como un caballo salvaje
que corre por las llanuras,
potranca sin riendas
corriendo al viento
respirando aires de libertad,
acompañada tan solo de soledad.

Le rehuyo al cautiverio,
solo yo marco mis rumbos
y no me permito ensillar,
pero hay momentos
cuando la luz se apaga
y solo la Luna solitaria me ilumina
en que deseo, desde el fondo de mi alma,
abrir los ojos y encontrar una mirada
que se refleje en mis ojos,
escuchar el sonido de otra voz
y no solo el eco
de mis propias palabras.

Hay momentos
en que quisiera mi mano estirar
y encontrar otra mano que tocar,
y duermo el sueño de los sueños inalcanzados
y en mi mente creo un mundo
en el que quisiera vivir.

Un mundo donde el amor
no sea sinónimo de dolor,
donde amar
no signifique doblegar,
donde pueda ser tuya
sin dejar de ser yo.

Suspirando
me hundo en mis fantasías,
inventando momentos
donde tengo compañía.

Pero el alba me despierta
y regreso a mi realidad,
reanudando mi camino con alegría
por poder respirar con libertad.

Yo no quiero un jinete
que me quiera domar,
sólo espero por otro caballo
que a mi lado quiera viajar.