Y le digo que la extraño, que sus manos frías no calientan el dolor de mis paredes, que el letargo de sus ojos pide agritos que lo asfixien. Y no me ve mientras se esconde, deambula por las cruces transformadas en amantes, abre las puertas una a una, busca en sus adentros el sello de su sangre, la marca de su pelvis profanada.
Siente la hoja del frío recorrer sus muslos macerados, un viento extraño que sabe oxido de violines sin cuerda, una cinta de aire que recorre su cuello blanco lila, lacerando con caricias el calor que aun le queda.
Se detiene, el corazón bombea sangre con prisa, respira, los pulmones se adhieren a las paredes de su tórax palpitando. Se escucha, nunca pensó que su lamentos fueran tan hirientes.
Me mira,decide tomar mi mano, me sonríe. Me extraña también, su gesto lo dice. Una gota de sangre baja por su cabello. La retengo…
Me dice adiós con un suspiro, se va, ahora si, se va… a buscar el mundo que le de paz a su cuerpo torturado, rogando a dios por la agonía dolorosa, que debe sufrir quien le embalsamó el alma y le ahogó la vida.
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