El ser es el que se pregunta “¿Qué es el ser?”. Y, el ser que se pregunta “¿Qué es el ser?” pregunta por el ser desde un estado de su ser. Así que la pregunta es válida desde todos los estados del ser. Por supuesto, sólo podemos hablar de “estados del ser”, en plural, si se ha obtenido una respuesta a “¿Qué es el ser?”; con la obtención de la respuesta sucede un nuevo estado de ser. Así que la respuesta es el medio mediante el cual el ser pasa de un estado a otro estado. (De ahí que podemos inferir que la respuesta jamás es única, y, en el caso de que sea única jamás será única su interpretación, y, en el caso de que la respuesta y la interpretación fuesen únicas, jamás la aceptaríamos porque constituiría la muerte de nuestro ser). Esta capacidad de pasar de un estado a otro estado mediante una pregunta y la obtención propia de una respuesta, este pasar, repito, es el ser.
Ahora bien, es fácil leer estas cosas y leer sobre estas cosas, esto no significa nada. Es posible leer que Ezequiel vio platillos voladores o ángeles complejos y leerlo no significa nada. Leer sobre procesos y cambios internos de otros no significa nada. Leer lo que a alguien le sucede mientras a mí no me sucede no significa nada. Y no significa nada porque desde mi ignorancia (desde mi apatía) la única opción que tengo es la de emitir un juicio sobre un suceso que ignoro por el hecho de no estar viviendo yo mismo ese mismo suceso.
Entonces ¿Qué es el ser? Es una pregunta absurda para hacérsela a otros (¿Por imposibilidad de un acuerdo?), a menos que se esté en un estado de ser en el que se quiera ser con otros, cosa que algunos, quizás, consideren una ingenuidad.
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