Me habría gustado que el Universo no se acabara y que hubiese sido más que un mecanismo o que meros campos electromagnéticos. Me habría gustado que la Galaxia fuese por lo menos un mecanismo físico creado por emoción, algo así como un organismo o un cuerpo y que capacitando mi propia emoción pudiese abrigar en mí la esperanza de alcanzar algún día el rango de galaxia, sencillamente sentir emociones que creen partículas que se junten unas con otras y que se formen así todas las cosas que ocurren en el tiempo.

Me habría gustado. Pero no me gusta eso de que las galaxias se separen unas de otras tan rápidamente sin que entre ellas tengan oportunidad de nada, simplemente se alejan aceleradamente y si se aceleran más ya se sabe de antemano que se disolverían. Tanta cosa para nada, se parecen a la gente.

Guardo todas mis esperanzas en la materia negra.

Creo que si bien todas las radiaciones, quarks, rayos y ondas pueden ser medidas y analizadas mediante estretopscopios, de verdad creo que las cosas que nos hacen no pueden ser medidas porque no se sienten; si nos hacen no se sienten. Creo que sólo las cosas que nos afectan pueden ser medidas. Lo que nos hace no se siente. Sólo lo que es distinto a lo que nos hace se siente y por tanto es lo único que puede ser medido: la disolución de la vida. Me habría gustado tener razón en esto.

Me habría gustado que la Tierra no fuese una roca muerta que recibe los rayos de un sol que lentamente la aniquila. Ni que de este aniquilamiento lento, sádico y masoquista, fuese de lo que nace la vida. Quiero cambiar el color de mis ojos. Me habría gustado que los seres humanos no hubiesen metido la pata, es decir, que no tuviesen tanta prisa. Lo de Haití es una porquería. Estamos inmunizados. Creo que me meteré a terrorista. Me gusta más pensar que nuestra psique es controlada por el poder de las antenas de los insectos. Cada vez que suena un celular alguien saca un grillo del bolsillo y se lo pega a la oreja, creo que sólo a mí me cuenta el verdadero cuento: el del metro en el subsuelo, el de una cabeza poderosa con antenas encerrada en habitáculos como alvéolos de colmenas. Me atengo a la realidad pensando que somos larvas y teniendo paciencia. Prefiero gritar: “¡Hemos sido invadidos por seres de nuestro propio mundo!” que “¡Estamos matando al mundo y no sabemos lo que estamos haciendo!” prefiero decir lo primero, suena más romántico y uno queda menos mal con la gente. En otras palabras: prefiero echarle toda la culpa a la propia naturaleza, darle toda la responsabilidad a ella sobre lo que nos está sucediendo. Decirle: “Eres tú la que lo está haciendo, y nosotros sólo estamos obedeciendo” Si algún humano cree en lo que le digo no podrá perdonarme por ello. Es el éxito de nuestro orgullo. Sé que escucharé: “No, somos nosotros los que la estamos matando, hermano”… y ya no hay retroceso. Quisiera sonreírle a alguien, a una sola persona, y no que mi falsa sonrisa sea producto de un breve escape e la muerte. Somos nosotros la que la estamos matando… hermano. ¿Cuántas guerras más habrá por Eso? ¿Cuántas guerras? Necesitamos una excusa. Necesitamos una excusa para seguir obedeciendo.

Estoy rodeado de genocidio, pero sólo ha habido un holocausto. Y nos sirven de entretenimiento: el nuevo uso de las palabras. Creo que Orwel ganó la guerra y se quedó pendejo. ¡Es la Fuerza!!! Me avergüenzan las mujeres.

Me habría gustado… Bueno, hay muchas cosas que me habrían gustado.

No sabía.