El hombre que vivió un solo día


Fortunato Rebollo tenía una memoria prodigiosa, como pudo comprobar a la edad de 23 años.
Jamás se había conocido un caso como el de Fortunato y muchos premios Nóbel investigaron sobre el suceso.
Ocurría que podía recordar todo, y cuando digo “todo” me refiero a todo “absolutamente”. No la forma de una nube que pasa, sino las formas que adopta esa nube segundo a segundo. No solo a un perro, sino hasta el más mínimo detalle de cada uno de sus pelos según la caprichosa figura que el viento le provoque. No una cara, sino cada poro de esa cara y sus infinitas transformaciones por el paso de los milisegundos.
El único inconveniente es que para recordar el día anterior necesitaba “justamente” cada uno de los segundos del día presente. A ello se veía obligado inexplicable y compulsivamente.
Y es por eso que hasta el día de su muerte, 54 años más tarde, sólo vivió aquel día, al que rememoraba continuamente. El día era el 3 de agosto de 1949.