Qué difícil es olvidar aquello que ya no queremos y más aún recordar con exactitud lo que vivimos. Repleta de recuerdos blancos y negros está nuestra memoria compañera de lágrimas y alegría. Un amor del que latente quedan sus imágenes, una caricia difícil de olvidar, un beso y el abrazo que nos consuela, una pasión no correspondida que nos ha de fastidiar. Hay una memoria que nos persigue toda la vida, que es como el mar cuando arrasa con lo bueno y lo malo. Pero más allá de eso, hay recuerdos que jamás se olvidan y otros malos momentos que no podremos dejar de recordar por el resto de nuestras vidas. De todos modos no estoy aquí para remover el pasado sino para mostrarles el brillo del presente y la elegancia de nuestra memoria compañera que quizá olvide este breve momento. Memoria de compañía, memoria traicionera, pasados que se olvidan, momentos que se quedan… lo cierto es que no hay que olvidar los fragmentos de vida, pequeños instantes que nos emborrachan de alegría. Yo desde acá los invito a recordarse a ustedes mismos, a que triunfen en el futuro, que no tengan temor de dar el paso hacia el abismo, porque al arriesgarse no solo saltarán el muro, sino que brillarán como estrellas, siendo siempre ustedes mismos.