Hoy despierto de un largo sueño. Soñé que volaba y mis pies veían las estrellas. Después de una noche de alcohol, drogas y rock and roll Pero al sentir el aire sobre rostro recordé todo. Todo aquello que iluminó mi existencia...
Evoqué mi infancia. Aquél, mi primer carrito de plástico con el que solía jugar en el patio de la casa. El primer beso a la niña que se sentó junto a mí en la clase de español; mi primer mascota...
En fin, mi mente recorrió cada uno de los bellos momentos. También recordé cada uno de los pasajes que descubrí, desde el instante en que salí del vientre de mi madre, hasta el segundo en que mi cabeza se impactó, luego de haber disfrutado del viento y la libertad que me brindó el quinto piso del edificio.
Ahora despierto. Mi madre está detrás de la ventana. No sé, pero ella suplica. Mi padre la consuela. Mi perro ladra, mi novia llora y algunas voces intentan calmarla. Todo parece tan cerca y a la vez tan lejos. Como si llegara a un sitio donde los rumores se confunden con los susurros.
Estoy recostado. No puedo moverme. Veo rostros asomándose. Grito desesperado. Exijo una explicación, pero mis lamentos son nulos... nadie me escucha.
Creo que ya es de noche y no tengo hambre. El ambiente huele a humo y cera. No muy lejos de mi se oye el zumbido de las abejas y algunos aullidos de hienas. Mejor voy a dormir, dicen que si duermes en tu sueño, seguro despertarás o tengas una mejor revelación de ideas.
No pude cerrar los ojos. Ya es de día. Mi madre lanza un grito desgarrador. De nuevo hay llantos. Creo que es mi amada. Sí, sí es ella. Le suplico que no cierre la ventana, pero no entiende.
La locura me atrapa. Siento como me elevo. Toco las pequeñas paredes para que mi hermano se acerque... nadie me escucha. Estoy desesperado. Sigo acostado. Algo dentro de mí se desprende.
No entiendo. El sol está en su plenitud y la gente viste ropa de gala. Los autos llevan las luces encendidas, circulan con un andar lento y siento como si los minutos transcurrieran rápidamente.
Me encuentro dentro de una gran limosina, mi traje viste flores y coronas. Parezco príncipe medieval.
Por fin llegamos. Al parecer es un gran parque. Mi cuerpo flota de nuevo. Se escucha el andar de unos pasos lentos y fatigados. Huele a tierra húmeda, incienso y flores de ofrenda...
Desciendo poco a poco. Escucho la melodía y el baile de la pala y el pico. Mientras la arena juega al compás del viento.
Parece mentira. En este momento los llantos se escuchan escalofriantes. – “¡No lloren!”, grito, “¡Sólo abran la ventana!”. Golpeo y no sangro. Lloro y no hay lágrimas. Grito y mi voz se desvanece. Olvidé que soy silencio.
La oscuridad cubre mi rostro por un instante. La noche es blanca. No, sólo es la ventana que se abre lentamente. Por fin una lágrima recorre mi mejilla y busca el suelo. Mis hermanos se abrazan. Gracias Señor, por fin están juntos de nuevo, tal y como lo eran de niños. Loran, se despiden. Creen que nunca volveré a verlos.
Mis padres tienen los ojos cubiertos de lluvia. Si supieran cuánto los necesito. Mi novia abraza algo. Sí, es el suéter que le di aquella noche de lluvia. No quiere soltarlo, como si así su alma recordará mi piel.
Volteo. Ya no tengo miedo. La mujer que me dio la vida me ve. Sé que no me oye, pero me siente. Le lanzo un beso que sale desde lo más profundo de mis entrañas, ella sólo lanza un puñado de tierra. Mientras mi novia, me arroja un ramo de guirnaldas.
Todo se oscurece lenta y profundamente. El sol comienza a caer y abrir un nuevo horizonte. Los verdaderos llantos suenan como cantos celestiales. La tierra tranquiliza mi corazón, tal y como su mano acariciaba mi cabeza, en aquellas noches de locura; y las flores, las flores deleitan mis sentidos, como cuando sus caderas se fundían con las mías.
Sólo me resta agradecerles. Gracias, porque sólo así puedo volver a descansar.
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