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Inicio / Cuenteros Locales / burguesitoilustrado / La muñequita inflable

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Han pasado ya 15 días, y el sentimiento de vacío no cede ni de día ni de noche. En mi sueño de ayer me encontraba sentado frente a dos mujeres semidesnudas, ellas intentando inútilmente llamar mi atención con caricias y movimientos eróticos, yo contemplándolas fríamente. Luego, apagaba mi cigarro y me ponía a leer historietas de monitos.

A Elvia la conocí en un Sanborns. La observé desde lejos mientras hojeaba ella un librito miniatura de metafísica. Me llamó la atención su aparente gusto por los libros pero, sobre todo, el gran escote que exhibía sin el menor asomo de discreción.

La primera vez que la invité, estuvimos charlando en una fonda acompañados de un sandwich de salami y algún vino alemán, de esos de barata en Walmart. Me contaba que era maestra, me contaba que viajaba mucho, que tenía negocios, y que tenía que comprar su ropa interior en los Estados Unidos porque la talla 34-C no existía en México. Muchas cosas me contaba. En realidad, nunca le creí sus historias, pero igual la invité a bailar el jueves siguiente. Despidiéndonos en el estacionamiento de la fonda, me dejó acariciarla sin oponer ninguna resistencia, aunque cada vez que intentaba besarla, echaba una risita que yo pensé que era nerviosa.

Salió de su casa vestida con una minifalda toda verde color perico y una blusa lisa anaranjada. La constante en su moda era ese escote abierto irremisiblemente provocativo y la absoluta falta de vinculación de los colores y estilos de las prendas con sus 46 años. La llevé a bailar a un lugar preferido por jefes y secretarias, esperando sustraerme a encuentros fortuitos con alguien conocido.

Pidió tequila. “No me vaya a traer las cochinadas que luego sirven aquí, como el Jimador que es puro químico”. Posiblemente ese fue el que el mesero le llevó porque sonrió perversamente al ponerlo enfrente de ella. En la oscuridad, animado por la música tropical y una cuba, con mi mano alrededor de su cuello, mis dedos paseaban libremente por la parte desnuda de su busto. Ella me dejaba hacer, pero al mismo tiempo preguntaba cosas que me sonaban extrañas. “¿porqué a los hombres les gusta tanto acariciar los senos de las mujeres”?, "¿porqué sienten rico cuando las abrazan y las aprietan contra su pecho?"

Pasadas dos horas, en medio del estruendo de los amplificadores del conjunto de rock pesado que tomó su turno después del rumbero, tuve que pedir la cuenta. Tomé la decisión luego de que le dijo al mesero: “no creas que soy tan pendeja, ya me dí cuenta de que es Jimador tu porquería”. En la cuenta aparecieron como Don Julio Reserva Especial las 4 copas que le sirvieron.

La llevé a su casa y me dejó pasar. Quería enseñarme su nueva computadora, quería bailar tango, mostrarme el álbum de sus gatos. Luego apagó todas las luces y encendió solo una lamparita de buró con un foco rojo de luz intensa. Puso un disco de solos de blues de armónica, interpretados por algún tipo completamente drogado.

Aproveché algún momento para recostarla sobre un sillón largo. Con desgano, se tendió completamente horizontal. Me subí sobre ella. Con las piernas flexionadas, puse mis rodillas a ambos lados de su cintura, descansando apenas el peso de mi cuerpo sobre sus muslos, posición que yo sentía como perfecta para tener acceso a sus pechos.

Desabotoné su blusa y la hice a los lados. Con los dedos liberé sus senos del brassiere jalándolo hacia arriba. Esta escena ya la había imaginado la primera vez que la ví en Sanborns, aunque con la variante de que desabrochaba yo un seguro en la parte de enfrente de su brassiere, llevando hacia ambos lados cada copa.

Puso sus dos manos detrás de su cabeza, como invitando a que la acariciara libremente. Eso hice, acaricié, apreté, pasé cada uno de mis dedos por toda la superficie de sus enormes senos. Esperé encontrar sus pezones crecidos y duros, pero estaban suaves. Ella no se movía ni siquiera un centímetro. No emitía palabra ni gemido. Parecía catatónica, los ojos abiertos puestos en el techo, ninguna expresión en su rostro. Me impresionó ver que no estaba ebria, sino perfectamente lúcida.

El único momento en que reaccionó, fue cuando intenté desabrochar la hebilla de su cinturón y luego la del mío, deteniéndome mis manos con las suyas, y advirtiéndome que esas eran zonas prohibidas. Luego pasaron varios, muchos minutos, yo seguía tocándola casi frenéticamente, casi con desesperación. Ella permanecía como muñequita inflable.

La excitación se desvaneció por completo. Sentí que, en realidad, acariciaba yo una almohada, una mesa, un balón, algo inanimado. Desconcertado, interrumpí abruptamente el ritual y, con falsa cortesía, como queriendo hacerle evidente mi frustración, volví a poner el brassiere en su sitio y también cada botón de su blusa. Le dí las gracias y me levanté.

Ya en el marco de la puerta me dijo “no me volverás a hablar ¿verdad?”. Secamente le respondí: “claro que sí...claro que sí”, al tiempo que le daba la espalda y bajaba apresuradamente las escaleras hacia la calle, sumido en mis pensamientos y la llovizna de la noche.







Texto agregado el 14-03-2006, y leído por 303 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
25-07-2008 Fantástico!! lo adore cada segundo, me adormeció y me provoco... me gusta. Joss_Trini
25-07-2008 Fantástico!! lo adore cada segundo, me adormeció y me provoco... me gusta. Joss_Trini
26-07-2007 Buen texto, muy bien hilado, lástima que siempre dejen al sexo opuesto como las pelotas, pero alguna mujer habrá por ahí que lo deje contento y con ganas de seguir deleitándolo ***** La-bella-durmiente
17-04-2006 Llegué aquí porque encontré el enlace en la bio de otro cuentero, nunca lo hago y me alegra la excepción. Me gustó el estilo, te dejo mis estrellas. Bli
21-03-2006 por eso los gallos no tienen manos, ¡¡por que las gallinas no tienen pechos!!, muy bueno amigo y ella, que ingrata, eso de nomás prender el boiler y no bañarse, pus no se hace... --vINchO--
16-03-2006 Tu estilo es uno de los que más me gustan, tienes la habilidad para que una frase diga algo distinto de lo que dicen sus palabras, y el texto sigue conservando el mensaje que descansa debajo de todo lo que escribes, me felicito a mí mismo por haberte leido. Salud! Quilapan
15-03-2006 jajaja exelente!!, te felicito, todas las escenas son envolventes, cada cosa te lleva a la otra, al igual que al lector que incitas a que avance en la lectura que le das un toque sutíl. Es muy entretenido y la forma que tienes de ir narrando. Mis felicitaciones y millones de estrellas. mateoroquesk
14-03-2006 Muy bueno...Felicidades, espero pronto leer algo más. un beso y mis cinco estrellas LaPatineta
 
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