Entre el lacrimoso susurro del agua
y el roce inarmónico de un motor y vela,
vagaba a solas, con sus sueños místicos,
en el mar océano de aguas revueltas,
buscaba un talento, acaso una forma,
tal vez una amiga, un alma gemela.
Un alma femenina, pensadora y franca,
que fuera en la tierra su amiga y hermana,
su canción de cuna, su plano homogéneo;
¡un alma sencilla a quien él pudiera
confiarle un secreto que guardaba y nadie
conocía en la tierra!
Un alma sin sombras que en este trayecto
riera con sus risas, llorara sus lágrimas;
una mano joven, de corazón templado,
que en los malos días y pasos vacilantes
limpiara la senda que cruzan descalzos
sus sueños de altura, su fe, sus proyectos...
La luz le aturdía, lo hastiaba el bullicio,
pero él, insensato, corría entusiasmado
tras el fantástico rumor de cadenas;
con exaltación colmada y delirio arrebatado
quería probarse a sí mismo
en la mar inquieta, que no tenía penas...
Y entre el zollipo de copas y mil rumores
él vagaba a solas sin hallar esa alma...
sondeaba los llanos, clamaba a las cumbres,
se exprimía a sí mismo y no hallaba la calma.
¡No! -le dijo un beodo-, no es eso, no es eso;
¡buscas una rima que se te ha escapado
con un verso suelto! ¡Despierta, despierta!
Cuando tú la encuentres, brotará el poema.
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