¿Qué poder mundano más grande pudo, y puede haber, que el poder mundano en el nombre de Dios? Ningún poder se le pudo haber asemejado. Nada ha sido, ni ha podido ser, más vital y apasionado en este mundo. Ningún poder ha sido en la historia más fecundo para las pasiones, para el intelecto, para la duda, para el fanatismo, para los abusos, las persecuciones, opresiones, para la sensación despótica y prepotente de santidad, para la sumisión y para el Infierno, como lo ha sido, en la historia, el mundanismo en el nombre de Dios, como lo fue nuestra querida Santa Iglesia. Para la imaginación también, papa el uso de discursos, el refinamiento de la tortura, el poder decidir quiénes tienen alma y quienes no… y todas esas cosas, muchas de las cuales hemos heredado olvidando las causas.
Sin duda la Iglesia sirvió para alimentar los poderes infernales y sus dioses y demonios. El fiel que creyera y no creyera en el poder mundano en el nombre de Dios moría en la hoguera. Todo rechazo al poder mundano en nombre de Dios era castigado con la hoguera, sus almas entregadas al comprensivo dios de los infiernos, para las cuales el fuego se convierte en placer extático mientras falsos santos se laceran las espaldas creyendo que el masoquismo agrada a Dios. Brutalidad para con los demás y masoquismo para consigo mismo. Vaya forma de alabanza al Creador. La mujer, en su hermosa feminidad, satanizada, castigada, torturada y quemada porque era el obstáculo entre falsos santos y Dios. La necesidad de ser humano comprendida como tentación. El castigo más brutal que se haya dado contra la existencia, en nombre del redentor ¿De qué redención? En nombre de Dios? ¿De cual Dios? ¿Del mismo que dijo “No matarás” o del Otro?
Del Dios-hombre, del hombre-Dios, recordemos que en esa época el Universo entero giraba alrededor de la Tierra y existía la posibilidad real de la sensación de poder total y absoluto. El representante de Dios se convertía en Dios porque entonces todo el Universo giraba alrededor de él. El poder mundano más absoluto que se pueda imaginar. La lucha entonces era completamente válida. Consistía en la posibilidad de tener al mundo entero bajo los pies – nada nuevo. No había otro mundo, porque sólo este era centro del Universo y todos lo reconocían como tal. El cadáver de un Santo usado como emblema de la victoria de la materia sobre el espíritu “¡Yo vencí a éste, que se decía hijo de Dios!” Bueno, y tenía su efecto… la opulencia demostró la necesidad de Diferenciarse (la materia del espíritu). La opulencia marcó la Distancia. Es increíble el poder psicológico de un símbolo, de un lacerado semidesnudo en manos de un opulento con todo el poder. Es increíble, porque quizás estoy siendo un poco injusto en estas apreciaciones. No tengo análisis posible. Sólo puedo decir que es increíble lo que sucedió ¿Amaría ese opulento a aquel pobre diablo más que a sí mismo? ¿Podría ser cierto? ¿Creería el hombre-centro-del-universo y del poder total realmente en Dios? Está bien, puede ser que no creía en él porque no le obedeció y desobedeció todos sus principios, pero ¿Podría haberlo amado a pesar de que constantemente lo irrespetó? ¿Podría haberlo amado? No dudo de que lo haya amado (El Papa a Dios), es imposible no amar a un ser tan misericordioso, a un padre tan comprensivo, que comprende nuestras faltas, nuestro desobedecimiento, nuestros humanos abusos. Imposible no amar al cadáver lacerado de su único hijo también.
Es increíble lo que pueden hacer los verdaderos Santos, y Jesús lo fue, por la humanidad, por el hombre, pos su Necesidad, que es el agente visible que mueve al mundo (la lucha descarnada por el poder). Los Santos están exentos de todo eso, pero es mucho lo que puede hacerse en sus nombres: sirven para llenar un vacío, sirven para hacernos pasar el tiempo en medio del hartazgo o del misterio, sirven para darnos una buena emoción, para matar o ser matado en el nombre de la santidad.
Bueno, supuestamente este escrito era reflexiones sobre Satán, creo que me salí sólo un poquitín del tema.
Todos los Santos fueron sacrificados en nombre de un poder mundano, porque todo poder y toda fe, fuera de ese poder mundano, y toda ciencia, le fue adjudicada a Satán. Es decir: la manifestación del poder de Dios fuera de la Iglesia fue demonizado y castigado. El milagro está en el hecho de que sucedió, de que se permitió que sucediera, de que pudo ocurrir así, por obra y gracia… de los más pequeños… de los más necesitados.
Ya, sencillamente, no puede existir el mal… porque es imposible que después de todo eso no esté satisfecho (¿alguna bula le ha devuelto el alma a los indios?).
Ya no puede existir el mal.
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