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Sobre uno de los “11 nuevos trenes de la familia metro”, me dirijo hasta la universidad. Afuera Santiago es invadido por unos 30 ° Celsius de estrés y las mujeres acostumbran a caminar sueltas de caderas, es el principio del verano. Para impacto de todos el tren se detiene en medio del túnel, un pequeño niño pregunta a su madre “¿qué pasó mamá?” A lo que ella con la experiencia de seguramente haber dado a luz más de una vez responde con relativa certeza “se paró el metro, nada más”, el niño con sus ansias de cuestionador hiperactivo o simplemente con ánimo de fastidiar retoma su veta interrogativa y dice: “¿por qué... se cansó el metro?”. Todos esbozamos sendas carcajadas desde los asientos, los que cómodamente podían hacerlo, los parados también rieron, pero denotaban mayor preocupación por la paralización del servicio de la línea 5.

Comienza al fin a moverse nuevamente el tren, estando preocupado de Matías aquel pequeño que nos hacía reír con sus por qués, no había notado que la luz también se había repuesto. Al tomar conciencia de este detalle pude percatarme de una madre amamantando a su cría. Una pequeña criatura que a juzgar por sus aritos se trataba seguramente de una María o Catalina. El calor afuera ya ingresaba al vagón, de todos los rostros florecían gotas de sudor. No puedo sacar la mirada de esos pechos por los que corren raudas esas gotas mezcla de transpiración, sales y una que otra baba de María Catalina.

Llega a la próxima estación. Se abren las puertas. Matías y su madre bajan del carro y continúo pegado observando el mamar de la guagua, con una suspicaz sonrisa intento pasar desapercibido ante la mirada de los brazos protectores de ella, la de los pechos de madre y de los curiosos que atestan el vagón. Cosechar mi oscuro deseo de compartir aquella papa con María Catalina, anhelo. El calor posee las glándulas sudorosas y más que un dolor despiertan en la niña que de hambre estoy seguro no llora. Sus quejidos hacen que se estimulen mis oídos y reviva del letargo que esos pechos me hicieron experimentar sobre uno de los “11 nuevos trenes de la familia metro”.

Texto agregado el 02-12-2003, y leído por 442 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
02-08-2006 que forma tan original de verlo.... yo tambien me he antojado AAAkaronte
29-02-2004 Me encantó lo encontré buenisimo; no le sobran palabras. Extraño es, pero sin explicaciones el metro siempre me ha causado ciertas cosas, con decirte que mis peores pesadillas siempre se ambientan en el metro... Ecifitra
06-02-2004 Si, retomo eso del estilo urbano, me gusta mucho. Hay un cuento de Maupassant tambien en el tren, un tipo que no habia comido nada hacia tiempo y una mujer a su lado con pechos de madre que ha dado a luz recientemente.. El final podras imaginarlo o si no leerlo. Un abrazo moniquita
24-12-2003 bastante bueno, como dije antes me gustan mucho los relatos urbanos. por cierto si te interesa escribi uno similar hace ya bastante tiempo, tambien ubicado en el metro, buscalo pa que lo leas, se llama el metro. creativo el nombre. chao verdana
12-12-2003 jaja, esto prueba mi idea de que los hombres miran a las mujeres cuando éstas amamantan en un lugar público. mI pregunta es ¿la madre y la mujer, en esa circunstancia, no es distinto para los hombres? Bueno, espero respuestas aquí, pero no me molesta en lo más mínimo en tu texto pk no está tratado de forma grotezca. cariños carolinaeme
10-12-2003 jajaja, yo tambien quiero, me agradó, buenos tintes de humor negro, y no usaste palabras en vano, muy bueno, gracias por compartirlo TURIN
 
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