Al terminar de escribir “El Vampiro” no quedé satisfecho con el último párrafo. Creo que fue un error, o una idea incompletamente expresada. Dije que sólo un Verdadero Santo es el que trae el Recuerdo al Vampiro y que es el Santo el que nos halla ¿Y entonces El Amor? – el Santo también es Amor, pero Amor no es sólo el Santo - ¿Dónde queda el Amor?. En una sociedad de pancartas, de implantes publicitarios, de bombardeo constante de imágenes sexuales es imposible creer en él o siquiera estar en contacto con él. Se necesita de una fuerza interna suprema para hallarlo en nosotros incluso para permitirlo nacer. A veces cuando no podemos o no tenemos fuerza para hacer nacer o para revivir dentro de nosotros aquello que pareciera que nos está agonizando por dentro necesitamos de una Inoculación: es el Recuerdo. El Amor es una fuerza que permite que revivamos lo que está agonizando, pero, cuando olvidamos al mismo Amor y lo confundimos con Las Hormonas solamente las posibilidades del mundo se nos vuelven mierda y repetición y caemos en un círculo vicioso de caída al infierno (“es que soy hombre, o mujer”), a la Resignación (porque sólo un área, lindos, inquieta a otras áreas que, sin no se sienten estimulados igualmente, nos convierte en cosas raras que arrancan a la fuerza de los demás… eso es otro tipo de vampirismo). Hay que ser un Dios para poder revivir de las cenizas por cuenta propia…, o matarse hasta el infinito hasta que ocurra un milagro, pero es necesario saberse en lo que se está haciendo. Esta inoculación externa de otro ser hacia el propio puede ser realizada en El Vampiro por El Santo o por el mismo Amor (porque incluso dormidos todos somos los mismos). Hay que ser demasiado desobediente de las imágenes externas que nos acucian constantemente para siquera ser capaz de respirar.
El mundo se lanza encima de quienes respiran, no es tan malo, se nos obliga a caer adentro de nosotros mismos, a creer más en el propio poder, a observar con ojos sagaces, a hallar placer en destruir, a reavivar esa fuerza interna monumental que nos habita a veces adormilada por dentro. (ojo: es fácil ser falso, es fácil decir estas cosas y ser falso).
Lo importante de toda inoculación es lo siguiente: La Inoculación es sólo una fuerza, que revive lo que se halla por dentro del inoculado. Quien inocula no da lo suyo a otro, da una fuerza para que lo otro se despierte en el otro y nazca según lo que el otro es y lo que revive es lo que ya teníamos a priori por dentro. Lo que se tiene por dentro es siempre particular, posee la forma propia, la de cada cual, a pesar de que podamos hablar de las fuerzas que dormidas o despiertas nos habita por dentro, a pesar de que podamos darle el mismo nombre (a las pasiones por ejemplo), las mismas cosas de cada cual que podemos nombrar con los mismo nombres son distintas en cada cual, y por lo tanto eso no puede darse ni recibirse, ningún ser puede dar su ser o su forma propia a otro ser con otra forma propia; pero los seres se reconocen y sólo eso es El Amor. El Amor es ese Reconocimiento.
Sin embargo muchos tendemos al hallar el Reconocimiento a caer en el Devoramiento, lo cual en muchos es una suerte de Necesidad. Y lo es. Entendemos que es preciso o natural caer también en eso – es sólo por eso que El Santo halla al Vampiro - … porque cuando se cae así se cae rotundamente (porque al devorar en el reconocimiento lo devorado nos mata por dentro… lindos: todos necesitamos crecer, es decir: necesitamos cagarla) y, sólo en el cieno, en el cementerio que construimos po0r dentro, es que entramos en contacto con La Sospecha, que es como un fantasma que merodea por esos campos internos, La Sospecha de la posibilidad del Recuerdo, lo cual despierta en nosotros una verdadera Necesidad, ¡Verdadera!, que sólo puede satisfacerse inoculando…, más vale decir: Siendo. Porque sabemos, sentimos, sabemos, que sólo se puede ser con (ese es todo el misterio de la palabra Ser, es imposible ser sin posibilidad de conexión, no existen seres aislados, los hay, pero no se reconocen por carencia de manifestación… por el Miedo…). El Dolor Nos Obliga a ser.
Existe otra clase de dolor en uno (quizás es la misma) que consiste en la necesidad de que todo aquello que se halla inquieto en lo más profundo de lo de uno adentro pueda ser despertado – es decir>: hallar posibilidad de manifestación -, por el poder propio o por algo semejante proveniente del exterior.
Sobre esto último vale acotar algo: quien está súper conciente de todas estas cosas sabe que esa posibilidad de despertar en los demás puede ser realizada de dos maneras: o se inocula, es decir: se es, se contagia, porque quien hace sentir amor despierta amor o, no se inocula y simplemente se jala energéticamente eso que está adormilado en el otro, para que se despierte por su propia cuenta. Lo primero, el dar para despertar es Amor, más Amor todavía es el dar natural. Lo segundo, el jalar para suscitar en el otro un movimiento interno y un posterior despertar por su propia cuenta en el otro, es un Arte.
Pero hay que tener cuidado al saber estas cosas: es muy fácil ser un falso. No se puede pretender que se siente lo que no se siente y no es muy fácil sentir.
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