Esta vez no he ido a despedirte.
No podría volver a soportar tu rostro tras el cristal y ese pitido de tren que se me clava en el cerebro y me anuncia un nuevo paréntisis de soledad.
Los kilómetros nunca te alejaran lo suficiente de mi memoria
De nuevo me queda pensar estar viviendo esa gran historia que marcará para siempre mi carácter, y es que necesito creer que cosas así les pasa a muy pocas personas.
Acabo de ducharme y completamente desnudo, me siento sobre la cama y repiro hondo, aún conservo tu olor, creo que podría reconocerlo a ciegas en medio de una multitud.
Acaricio despacio las sabanas, aún están calientes, el fuego desprendido por nuestros cuerpos nos ha acercado de nuevo a este inexorable destino para el que parece que hemos nacido. Estoy seguro de que nuestras experiencias anteriores no han sido sino una espera hasta llegar a conocernos.
Comienzo a sentir ese inevitable proceso que se inicia con cada una de tus ausencias, imágenes alternas que existieron hace unas horas en dos vidas compartidas.
Iniciamos la noche besándonos durante una concisa eternidad, en un espacio fuera del tiempo, después tus manos recorriendo mi pecho como queriendo saciar una sed de milenios, después el deseo de amar tu piel, tus gestos, tus ojos con la totalidad de mi cuerpo y regalando para tí la sabiduría del placer.
Después la saciedad, el relajamiento, y los interminables momentos de ternura y delicadeza que sucedían a la culminación de cada acto amoroso.
Las yemas de tus dedos recorriendo mi espalda, mi pelo negro apartado para besar mi cuello, tu mirada fija y repleta de matices que me hace estremecer...
Aunque me impongo no llorar una lágrima desciende por mi rostro y va a morir sobre mi pie desnudo, sobre mis uñas.
Después el eco de tu voz, tus palabras archivadas en el eco de mi memoria.
"Mi amor... Eres justo lo que me ha prohibido el médico..."
"¿Sabes lo que parecen los dedos de tus pies...? No vayas a reirte..., parecen gusanitos...!No te rias...!"
"Verte desnudar es el mejor poema que he leido nunca"
Me incorporo y camino hacia la ventana, el vaho de mi respiración empaña el cristal y observo con tristeza la habitación donde me encuentro, una habitación que se ha convertido en una metáfora exacta de mi vida, una forma de tránsito bajo la engañosa apariencia de confortable alojamiento.
Hoy desayunaré solo, mañana ocurrirá según lo previsto, las mascotas, la casa, el trabajo, la invitación para el cumpleaños del hijo de un amigo... y él, viviendo en otro mundo paralelo que mientras perdure nuestro alejamiento sera así.