9 DE MARZO.

Los grandes eucaliptos que adornaban el Hospital viejo de Puerto Montt, el entorno un tanto agreste que rodeaba el vetusto edificio, fue para los niños de mi época una inagotable fuente de aventuras, al más puro estilo Salgari. Lugar de juegos, que nunca asociamos a dolor humano alguno.
Puerto Montt, el viejo puerto, sus luces, sus cuestas, sus vientos y lluvias, eran para nosotros, los niños de la Población Melipulli, de los años 60, la magia inagotable de nuestro presente eterno. Todo era maravillosamente lúdico. Los niños de puerto sabemos que el mar vive, ríe y sufre con los habitantes de tierra firme. Nos piensa y nos ama.
En eso estábamos, jugando, en un plano que se produce al final de la escalera del acceso principal a la población y cerca de la única cuesta para circulación de vehículos hacia el bajo, de pronto, ante nuestros ojos, como aparición, el cortejo mas silencioso y triste que yo he visto hasta hoy.
Inmenso y eterno desfile, que inauguró el ingreso de nuestro puerto al bastión de la ignominia. Ya nunca más el mundo olvidaría Puerto Montt.
La Matanza de Pampa Irigoin, me subió al barco maravilloso de la lucha social, en la confianza en los trabajadores y el Socialismo.

Luis Ulloa