Soy capaz de estar delante de la tele varias horas (independientemente de que este encendida o no). Además, desde que tengo el mando a distancia estropeado (creo que son las pilas, pero no podría asegurarlo), me he dado cuenta de que puedo mirarla aunque lo que estén dando no me importe una mierda. Mi mujer (no estoy casado, pero eso de llamarla compañera me suena a pareja de la guardia civil) me dice que es que soy un aburrido. Entonces me convence (o me obliga, según se mire), a acompañarla a ir de compras. Cuando entramos en la tienda y ella empieza a mirar prendas, me comenta cosas. Yo asiento, aveces incluso digo –sí-, o –es verdad- y al rato me percato de que he vuelto a adoptar mi postura de razonar (para ella es la postura del bobo, pero eso va a criterios). La cabeza girada treinta y siete grados a la derecha, alzada dieciséis y la vista fijada en un punto indeterminado entre mis ojos y la pared que se encuentre en la trayectoria de mi mirada. También he pensado a veces en llamarla la postura del retrato, porque si algún día me interesa que me retraten (menuda tontería), pondré esa pose. Pero si le comento esto a ella, pues en fin, dejaría de ser la del bobo para pasar a ser la del idiota.
En esa pose suelo imaginar cosas que seguro que para ella son tonterías, pero como a mí me divierten, pues me importa un bledo. Cuando me canso, me dedico a pensar cosas reales de este mundo, como por ejemplo, que las tiendas de ropa serían más interesantes si las cortinas de los probadores fueran trasparentes. Pero eso no se lo puedo comentar a ella porque creo que no tenemos el mismo sentido del humor.
Cuando se da cuenta de que la estoy ignorando (ya hace tiempo que sé que no es tonta, pero a veces se me olvida) me echa bronca y me dice -¿Eres imbécil o que?, ¿para eso venimos aquí?- o –cuando estas delante de la tele o escribiendo paparruchadas en el ordenador, si que muestras interés-. Entonces olvido la postura de razonar por unas horas (en las que me dedico a ir detrás suyo haciéndole el máximo caso posible) y parece estar contenta. Me abraza, me mira y me dice –Que bien me lo he pasado hoy-.
Ahora estoy solo en casa, con el mando a distancia en la mano izquierda y con el dedo índice de la derecha estrujando un botón que pone “on” (que es el que me dijeron que la encendía). Pero nada, esta estropeado, puede que sean las pilas, pero no podría asegurarlo. Pienso, luego existo (bueno, luego, y ahora también) que si estando así, imaginando mil tonterías, sin la necesidad de hacer cualquier cosa para entretenerme, me divierto… ¿quiere decir que soy aburrido?. ¿No es más aburrido aquel que necesita de estímulos para divertirse?. Vaya, he vuelto a adoptar la postura de razonar. Me doy cuenta de que la tele está entre mis ojos y la pared que se encuentra en la trayectoria de mi mirada. Esta apagada o fuera de cobertura en estos momentos… je, je. Me veo reflejado en ella. Estoy convencido, si algún día encargo que me hagan un retrato, pondré esta pose.