A veces antes de dormir hago un reecuento de lo sucedido en el día,
de lo que paso y se quedo en mis pupilas o en la arrugas del tiempo,
hago un reecuento de las cosas lindas y no tan lindas que me sucedieron
o que le sucedieron al de a lado, a la vecina o al jardinero, al amante
o al marido, a esa alma sola que sale de dia y vuelve de noche para
llenar el hueco solitario de su fría cama.
Recuerdo los encuentros vividos, las sonrisas, los aromas, los deseos y los sueños, las esperanzas y los saludos, los abrazos que quise dar o recibir y me quede con el suspiro.
Pienso, medito, anhelo, pido, elevo una oración al final del inventario cotidiano, para solo quedarme dormida antes de terminar de dar las gracias por todo lo que no vivi el día de hoy, porque eso seguirá siendo mi motivo para seguir mañana en esta fantástica vida de la cual soy participe.
Los reecuentos son solo la forma de preparar el sueño antes de perderme en el mundo astral donde todo lo imposible es posible y no tiene tiempo ni espacio.
Me encanta el reecuento de mi día porque puedo recordar que hoy conocí algo importante de mi interior.