Basta con cerrar los ojos fuertemente, durante la noche, para ser capaz de olvidarlo todo y regenerarse; los hilos de todo compromiso pasado inmediato se separan del cuerpo y caen solos al suelo y desparecen.

Solo, el mundo se llena de sombras y se aprende a vivir entre ellas. Por un momento se cree que las sombras provienen de gentes vivas, es la sombra de la nostalgia, la sombra de todos los “Podría haber sido”, pero es una sombra, con cuerpo propio, con largos dientes de vampiro y vestido blanco y negro; se alimenta de la duda y alimenta la duda en un intento de retornarnos al mundo de los vivos. Es una sombra poderosa, si se cede ante ella, si se retorna, se retorna a las repeticiones o al menos eso se cree. Es una sombra poderosa. Pero en cambio, si se es fuerte, si se cree que se es fuerte y si no se cede ante esta sombra poderosa y si no se retorna al mundo de los vivos, a las repeticiones, ella se va y cede su lugar a otras sombras, aunque a veces reaparece. Son las Sombras. Las Sombras son sensoriales, son presencias; promueven el cambio del color del cuerpo, quien las siente palidece, pero cada una es distinta; toman nuestro corazón entre sus manos y nos hablan de una millar de cosas, otros mundos hijos de la Noche. Se les siente, entran en la habitación e impregnan todo con sus colores, sus figuras, nos transforman.

Fuera de todo esto está la gente, esos lindos continentes. Las semillas, y sus incomprensibles intentos de convertirse en osa fértil. Lo sé, son semillas de las sombras. Son Semillas.

A veces, durante la Noche, basta con cerrar los ojos fuertemente y regenerarse.