Triste es la canción
Que en tiempos olvidada
Apenas suena ni se escucha
Y las bocas y lenguas antiguas
La embellecen pero la apagan,
Intentan darle el tono
Que antaño las sostenían
Entre un delicado hilo de voz
Repetido, sin armonía
Y unos aires de grandeza,
Sin conseguir más que hundirla
En una diátona melodía.
Hablan los viejos mapas,
Grabados y grises escritos
Que todo era mejor,
Tenía color, tenía sabor,
Pero al oír todo esto,
Al acercarse uno más a la historia
Se aparta nauseabundo
Por el podrido olor que despide.
Allí te encuentras al pobre anciano,
Arrugado de tanta sabiduría,
Y te preguntas “¿dónde le ha llevado
El conocimiento si sólo ese agrado
Como sentimiento forma parte del recuerdo?”
Ahora se le puede ver,
Con la mano alzada en cualquier esquina,
Con un cartelito que reza su nombre
Y unas palabras lastimeras adheridas.
Nada tiene,
Nada, quizás, vale,
Tan solo la soledad y su recuerdo,
Un montón de hojas marchitas
En las páginas de su vida,
Quizá grande, quizá penosa,
Pero ahí queda,
Llevándose de un lado a otro
Arrastrando sus harapientas cosas,
Firme y erguido,
Orgulloso de ser lo que ha sido,
Un hombre ante todo
De la raza humana ya extinguida,
En un mundo antes suyo,
Inmigrante
“¿Y ahora quién es el marciano?”
Se pregunta
Pues es el único extraño
Que queda en esas tierras,
Olvidado, desestimado peligroso,
Peregrino trotamundos.
Ya se marcha
Y lleva su historia a todas partes,
Quien quiere aún le escucha,
Quien quiere saber aún le busca,
Es el único que sabe,
El único que conoce,
Toda la verdad de este mundo.
Se pierde...
Extraído del libro "Bajo la Piel del Alma" de Víctor Morata Cortado
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