Sus hermosos ojos glaucos observan el rocío matinal sobre el cesped y sobre su pubis un liquido sanguinoliento. Sus jovenes manos deslizan la breve falda desde su vientre hacia los muslos. Sus pies estan descalzos.
—Maldito seas... —gritó. Luego guardó silencio y caminó cabizbaja sin rumbo fijo.
Texto agregado el 11-03-2006, y leído por 226
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