Es sabido que la Luna de Siria es la más hermosa de nuestro mundo.
Codiciaban la Luna de Siria, la codiciaban con pequeñez de espíritu, con esa mezcla de envidia y soberbia herida, por ello destruyeron Siria toda: ancianos (para degollar la tradición siria), mujeres (para que no engendren mas sirios), niños (para que no se conviertan en sirios) y finalmente a los hombres (que apenas son el motor de lo que las mujeres, los niños y los ancianos sostienen).

Anochecía.
Cuando la guerra brotaba como sangre de las paredes, un viajero partía desde el Líbano y veía amanecer la luna en el horizonte: grande, naranja, brillante como una fruta.
Para cuando llegó a Damasco, Selene pendía del cielo, gris como una mancha, pesada como la angustia.