Deber ser tan poderosa que daba poder tragarnos a todos, uno por uno, y que nos sea imposible escapárnosle y, al mismo tiempo, debe consistir en la ruptura de todo lo conocido, ya que esa verdad debe estar más allá de todos los patrones de conducta por nosotros ejercidos. ¿Imposible apoderarnos de ella? Jamás ella se dejaría: sus frutos quedarían insípidos. Apenas que permite que la sospechemos y su sospecha causa miedo. Por huirle o no hacerle caso nos volvemos grandes y jugosos para su gusto. El Poder es su mejor aliado, y la lucha por el poder el mejor abono que conoce para su conuco: hace a sus frutos grandes y jugosos, carnosos y ricos, y los saborea en deleite, gustosa, complacida, chorreándole la baba, contenta, contenta de que, para nadie, la vida tenga sentido.

“¡Engorda, engorda!” – es lo único que nos pueden desear nuestros mejores amigos.