Las tormentas y los truenos
que caen sobre nuestras tierras
nos azotan y estremecen
con lluvia de nubes negras,
son muy fuertes y violentas,
sacando árboles de raíz,
llevando todo a su paso,
dejando un aura infeliz.

Sin embargo todo pasa
y la calma siempre llega
aún cuando un ambiente triste
sea lo que la lluvia deja.
El frenético aguacero
borró aquello que hubo un día
la espesura en nuestros llanos
y las rosas amarillas.

El caminito hacia el riachuelo
que tomábamos día a día
apenas si lo diviso
provoca melancolía.
Aún así, con todo y lluvia
nuestros jardines florecen
brindándonos alegría
donde la desolación aparece.

Es que la lluvia también sirve
para apreciar lo valioso,
para dejar que revista
nuestros terrenos fangosos,
para dejar que reaparezca
lo que la tierra había cubierto
aquellas rosas ocultas
que no se habían ido, que no habían muerto.

Muchas veces estas tormentas
son necesarias en nuestras vidas
aunque duelan, aunque hieran,
aunque parezca que no tienen cabida,
para exhibir los tormentos
que permanecieron dormidos
y enfrentarlos uno a uno
hasta verlos desaparecidos,
para saber con quienes contamos
cuando la lluvia se hace tempestad,
quienes cuidan de nosotros
quienes nos brindan su amistad.

Cuando sientas que las nubes
se hacen grises en el cielo
cuando creas inevitable
sufrir por el aguacero
ten en mente que yo siempre
estaré allí para ayudarte
para ser tu fiel cobija,
para de la lluvia escudarte.

Tendrás siempre mi calor,
mi cariño y mi cuidado
velaré por protegerte,
por estar siempre a tu lado
porque mi querer grande
y de tu corazón soy cautivo
porque sin tu amor yo muero,
porque por tu amor yo vivo.