El filósofo que construye un sistema comienza colocando un ladrillo en el aire a partir del cual construye un muro de apariencia sólida.
- Muy bonito – le digo a Hegel – pero me tapa el paisaje.
- Lo hice – me dice él, e insiste en que me lo quede viendo, pero me tapa el paisaje. Pienso que lo que hizo de verdad es bonito. Me levanto y miro el paisaje más allá, pero me doy cuenta de que el muro me llama más la atención y olvido el paisaje. Me quedo tendido viendo el muro, intuyendo la infinitud de cada ladrillo, etc. Luego descubro a mi lado una flor enorme y llamativa que bien podría ser Kant. Luego veo una sombra sobre el muro y una risa que desaparece en el aire que bien podría ser Heidegger. Descubro un caminito de piedra: Aristóteles. Y, cuando comienza el anochecer, veo un firmamento estrellado que bien podría ser Platón, sí, y sólo sí intuyo en esa esfera mayor inteligencia. Cae la noche completa y se cierra la puerta del zoológico. Los animales suspiran. Afuera se abren los bares, las luces de los coches, los pasos sobre el asfalto en la procura, la locura, o el cansancio; las redadas, los disparos, las prostitutas y los borrachos, la gente viva a fin de cuentas. En los edificios, las grandes colmenas, habla la abeja reina a todos por igual: la hipnosis eléctrica del televisor.
...
Si una sola persona desea apoderarse de la Única Verdad, habrá de cavar hasta el centro de la Tierra. Pero para apoderarse de esa Única Verdad habrá de quedarse esa sola persona sin un punto de apoyo que la sostenga. Si una sola persona…
|