A veces me despierto por las noches empapada en mi propio sudor por que me ha parecido tener una visión de futuro o al menos eso creo yo. La acción se sucede en mi dormitorio. Es un día de verano. El ambiente es cálido y calmado. Me encuentro tumbada sobre mi cama, mirando al techo. De pronto, puedo distinguir entre las numerosas imperfecciones del yeso el contorno de una cara familiar, sin embargo no acierto a pensar de quien. Me embarga una enorme curiosidad por conocer la identidad de la enigmática figura pero como no doy con ella, intento dejar de pensar. Me doy la vuelta sobre la cama y me quedo mirando hacia la ventana. Es extraño porque a pesar de haber tanta clama en la habitación, yo no estoy tranquila. Debe ser por el calor, que hierve mi sangre y casi no oxigena mi cabeza. Dios! Que dolor tan agudo sufro en mi sien! Intento relajarme y dejar la mente en blanco para poder borrar ese dolor de mi cabeza. Las yemas de mis dedos masajean la zona afectada comprobando ávidamente la mutación sufrida. Un sudor helado recorre mi frente tras poder observar con horror que he perdido las yemas de mis dedos. Inmóvil. Casi no puedo pensar. Que es esto! Que me ha pasado! Quiero que se me vaya por favor! Pero un silencio atronador me contesta. Toda la casa se mantiene rodeada de un muro silencioso, sin embargo en mi cabeza oigo mi desesperación y mi propio llanto. Voy hacia el teléfono para pedir auxilio. Con un gesto torpe descuelgo el auricular que queda colgando sobre el suelo.