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Ella era una joven conocida como Elena,
conoció a Jose en noche de luna llena
tendido, borracho, durmiendo como Adonis
y Elena no dudo en postrarse a sus pies.
Diecisiete años, para niña demasiados
pero muy escasos para ser mujer.
Se asomó un poco al precipicio
de lo que pensó: "será el principio
de algo que ha de acabar bien".

Jose, contento de sumar a su recuento
de conquistas a una más
no dudó por un momento en dejarla vivir su cuento
por uno o dos meses más.
Elena fantaseaba en su cuento de hadas
con un final feliz.
Tenía planes de futuro y aunque no hubiera un duro
el amor estaba ahí.

Nadie sabe porqué ni cómo, ni siquiera sus amigos
respondio Jose a Elena :"sí, me voy a vivir contigo".
Jose quería sexo y era un hombre de buen ver
Elena quería amor, quería vivir para alguien
y Jose se la llevó, pero no fue por querer.

Se fueron a las afueras contra viento y marea
y también contra sus padres
buscando la libertad, la ansiada felicidad
y también un trabajo estable.

Elena empezó de cajera y Jose de ferretero
y entre los dos hacían un sueldo que no llegaba a fin de mes.
Los primeros cinco meses fueron tiempos de reveses
y los 7 hasta hacer el año fueron hostias del tamaño
de los tipos de interés.

Del primer año al segundo allí estaban, en su mundo
sufriendo cada día más
y el estrés hizo mella en ellos: Jose dejaba su sello
en la delicada faz
de su eterna soñadora, que por momentos añora
todo lo que dejó atrás.

Ahora ya con dieciocho, mayoría, poder de voto ¡que responsabilidad!
¡que grandes que semos, que bien que lo pasemos, vamonos a fumar!
Se cagaban en todos los muertos de los pijos y los lerdos
que pueblan la sociedad.
Ahí debían estar ellos y no ganandose el sueldo matandose a trabajar.
¡Que cojones hemos hecho! Ya no tenemos derecho a poder dar marcha atrás.

Elena se resignaba, buena en la calle, buena en la cama,
buena esperando a Jose llegar.
Tras trece horas currando sin un puñetero descanso
se ponía a cocinar.
Pero Jose llegaba tarde y la cena encontraba fría
pues se pasaba antes por el bar.

"Maldita furcia, mil veces dije que no tolero cenar
con la cena siempre fría" y la empezaba a zurrar.
Elena entre lágrimas suplicaba
pero no había respuesta más
que, como decía Nacho Vegas
en "Por culpa de la humedad":
Elena, calla, haz el favor.
Elena, me haces enfermar.
Elena, ven aquí
que te voy a reventar.

Tras haberse desahogado y quedado bien a gusto
volvía a bajar al bar a seguir bebiendo
hasta que ya no se tenía en pie e iba dando tumbos
negando a gritos su estado ebrio.

Pudo elena haber actuado
pudo quizás haber hecho algo.
Pudo tal vez, como en la canción de Nacho
haber hundido de un golpe su cráneo.

Hubo un tiempo en el que ella
hubiera muerto por amor
pero ese tiempo ahí seguía
no, ese tiempo no pasó.

Sóla tendida en la cama
cual premonitoria yacija
se contemplaba los moretones
antes de que Jose llegara a casa
y apestando a alcohol y a vómito
se metiese con ella en la cama
tras haberse dejado los cuartos
en esa maldita tasca.

Elena se hacía la dormida y pensaba
si habría alguna salida
para escapar de su encrucijada
pero no, pues no quería,
pues todavía le amaba.

Había días en que incluso Jose la golpeaba
diciéndola "chupa, furcia, o te reviento la cara".
Elena, marchita de pena, de cuclillas chupaba.

Cuatro años hacían ya de aquel sueño dorado
que ahora una vez al mes se convertía en lluvia
y a sus casi veintiún años, ya presentaba calvas
una piel un tanto gris y mil marcas en la cara.
En el dorso las llagas tatuaban su presente
y recordaba su pasado y este maldito accidente
que le dejaba siempre que se portaba mal en la mano
la mordedura de una serpiente al apagar en ella un cigarro.

Una de tantas y tantas violaciones consentidas
tuvo fatal consecuencia en forma de nueva vida
al quedar Elena en estado.
Jose le rajó las tripas con un cuchillo de cocina
formando la sangre un charco.
Casi dos días tardó la policía,
tres los servicios sanitarios
al recibir la llamada de alerta del vecino puerta con puerta
que los gritos había escuchado.

Jose ingresó en la cárcel con condena de veinte años
y salió a los siete meses
el día en que Elena hubiera dado a luz
a María de las Nieves.

Pero Elena se apagó a las doce de la noche
en una cama de hospital
pues se olvidó de recoger su zapato de cristal
antes de subir al coche.

Colorín colorado
este cuento se ha acabado
para siempre ay Elena!
Jose ha encontrado a Amparo
que le vio tendido borracho,
como Adonis, en noche de luna llena.
Contaba diecinueve años
para niña demasiados
pero muy ecasos para mujer.
Una más que no quiso ver
que también se puede perder
cuando juegas a los dados.

Texto agregado el 09-03-2006, y leído por 144 visitantes. (0 votos)


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