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En el día sólo aparecía después del meridiano. Probablemente nunca lo dijese, pero se dormía apenas el sol emergía tras la montaña, y por ello siempre se despertaba tarde.

Era usual verla en el jardín escribiendo en su cuaderno rojo. Asumía la actitud intelectual y científica que se necesitaba para sus complejas maquinaciones, por ello no admitía consultas, conversaciones improvisadas e interrupciones que pudiesen ocasionar un fallo azaroso en sus investigaciones, cualquier movimiento en falso podría ser fatal.

Durante un tiempo, sus anhelos inquisitivos llegaron a tal punto, que consiguió bajar veinte kilos a causa de su intempestuosa obstinación por no perder el tiempo en nada que no aportara directamente a su foco, bandejas de comidas desplegadas intactas por todo el cuarto eran prueba empírica de su obsesión.

Bajo la mirada inescrupulosa de sus pares, ella no cedía a sus esfuerzos. Es que buscar aquella parte que las personas perdemos de la memoria o del recuerdo, no era una tarea fácil. Deseaba explicarse por qué los seres humanos olvidamos situaciones, cosas, personas o fragmentos de vivencias y dónde se iban esos olvidos.

El psicoanálisis era para ella un buen intento de Freud por responder a esa inquietud, sin embargo, el inconsciente también presentaba esas lagunas mentales u olvidos, por lo tanto, no respondía a cabalidad su inquietud. Tampoco le daba las pistas donde se encontraba dicha información.

Los psiquiatras la miraban con especial atención. Sus esfuerzos eran admirables, pero no la convertían aún, en la persona normal que había sido antes del accidente. Y es que perder inexplicablemente a sus hijos y esposo fueron un shock tan grande que los médicos auguraban un mal pronóstico. La pérdida, el dolor y la soledad ya eran en sí, argumentos suficientes para trastornar a cualquiera, para convertir a una de las mejores novelistas, en una grave esquizofrénica alucinante y noctámbula.

Todos los esfuerzos por encontrar los cadáveres fueron insuficientes y fallidos, el mar no siempre devolvía a sus víctimas. Los médicos optaron por no preguntar más sobre el tema, pero estaban conscientes de que ella sabía su situación. La locura y las fantasías se desplegaban hacia el esfuerzo por recobrar las imágenes que le habían señalado como vitales, hijo, hija, esposo y vida familiar. Pero nada. No había un recuerdo que mencionar en aquella mente. Las fotos y grabaciones de su pasado eran prueba real de su existencia, pero ella veía su vida sin historia, como si por gracia divina, ella fuese una obra inconclusa de Dios antes de mandarla a la tierra. Sólo recordaba que tenía que dedicar su vida a la investigación de los hoyos negros de la memoria… por esas fotos, videos e imágenes, y porque a veces necesitaba aferrarse a una normalidad que la vida de los otros tenía, pero no la de ella. Quizás antes amó y fue amada, quizás fue feliz, a lo mejor había sido antes, en alguna oportunidad, lo que deseaba ser después. Aún se está escribiendo su historia perpetua en presente.

Ella sabía olvidar, sin embargo, no sabía aún qué era lo olvidado.




* Creo que el género corresponde más a Relato.

Texto agregado el 01-12-2003, y leído por 745 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
28-08-2006 popo Mierdacolorderosa
08-07-2006 Este cuento es fábuloso, me encanto lleno de ingenio, matíces; eso de que no admitía conversaciones improvisadas en genial, en fin sensacional mis respetos. canelodos
18-02-2006 hombre, que buena historia llena de imagenes y a mi entender, bien llevada. un saludo depechemade
22-08-2005 Me gustó. No recuerdo porqué! mercusmevel
06-05-2005 un buen relato con buenos argumentos y que te da que pensar. Felicitaciones y mis*S josef
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