Esa noche no quería otra cosa que emborracharme y tratar de olvidar todo, de que el tiempo se esfumara y dejara todo en el pasado, que la vida me devolviera la esperanza que había perdido y que el deseo de que ese día desapareciera se ahogara en un vaso de ron.
A pesar de que nuestra relación había acabado hace ya unos cuantos meses, aún seguíamos viéndonos, y es que nos era imposible separarnos, porque ante todo éramos amigos y siempre se mantuvo la necesidad de saber del otro.
Hacía unas semanas que la notaba extraña, no sabía que era, ahora veo con claridad que siempre lo supe, pero que mi deseo de que no fuera cierto era más grande como para obviarlo.
Pero hoy me lo había contado todo.
Me senté en una mesa del bar, con mi botella de ron y mi vaso, estaba oscuro y no había mucha gente, de fondo sonaba Calamaro con “Crímenes Perfectos”, era la puñalada que me hacía falta, la estocada final para dejarme tirado allí en la mesa mirando al vacío.
No podía creer que lo hubiera hecho, y mucho menos después de lo que creí conocerla, cuando me lo dijo sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo que ni siquiera me lo podría haber imaginado en mis peores pesadillas.
- Estuve con otro – fue lo que dijo, así nada más, sin anestesias y sin rodeos previos, como si mi capacidad eterna de entenderla haría el resto.
Inmediatamente supe de quién hablaba, y no tardo en confirmármelo, un tipo de su trabajo, casado, pero que reunía las características propias de las personas que a ella le podía atraer.
Se acercó una mujer a mi mesa con un vaso en su mano, era algo mayor que yo, y me pregunto si se podía sentar a mi lado. Le asenté con la cabeza y una vez a mi lado le hice ver que esa noche no sería de las mejores compañías.
- Una mujer, ¿no es cierto?- me preguntó – como puede haber hombres tan gueones como para estar así por una mujer.
Aunque su forma de buscarme conversación no era de las mejores, debo admitir que logró sacar una sonrisa en mí. Y no sé si fue aquella mujer o mi desesperación de poder desahogarme y sacar todo lo que llevaba, que terminé contándole todo.
Un par de besos, eso era todo lo que había sucedido, un simple par de besos. Que necesitaba contármelo, que no podía seguir ocultándomelo y que el hecho de yo saberlo le producía una tranquilidad inmensa. No sabía que hacer, simplemente no supe como reaccionar, si levantarme sin decirle nada y nunca más saber de ella, o tragarme la rabia y una vez más priorizar el papel de amigo para hacerle ver que no hacía lo correcto.
No sé si para mal o para bien, elegí lo segundo.
Aunque le hice entender que aquello no estaba bien, sabía que en el fondo temía que volviera a caer en lo mismo, o más bien creo que mi temor más que por ella era por mí.
-¿Qué sentiste cuando le diste los besos? – pregunté queriendo escuchar solo una respuesta.
-No sentí ni la mitad de lo que sentía cuando tú me besabas – me respondió.
La mujer de mi lado interrumpió.
-Entonces no tienes porque estar tan cagao, si te prefirió a ti, una caída la tiene cualquiera.
Ese era el problema precisamente, no me había preferido.
A pesar de que me dijo que no podía entender como yo la podía comprender tanto, y ni siquiera yo lograba comprender como conocía tanto de ella. Eso no era suficiente para que ella hoy estuviera a mi lado.
-Y ustedes son muy amigos – me volvió a preguntar la mujer.
-Los mejores – dije yo, con un tono algo esperanzado.
-Y como dicen que no existe la amistad entre hombre y mujer – y tomando su ultimo resquicio de licor, echo una sonrisa.
Eso era lo extraño con ella, siempre se ha dicho que para que una pareja sea feliz, lo primero es que deben ser amigos, y no solo amigos, los mejores amigos. Y eso es lo que trataba de entender a través de esta botella de ron.
En la época que estuvimos juntos fuimos muy felices, y no lo digo yo, ella también lo dice. No había día en que no quisiéramos vernos, pasábamos horas conversando y no había segundo en que no quisiéramos besarnos. Pero todo eso ya había acabado.
A veces en las conversaciones que manteníamos cuando ya no estábamos juntos, me decía que lo que buscaba en un hombre era alguien que la comprendiera, alguien que la escuchara, alguien que la hiciera vibrar, alguien con quien compartiera sus sueños, o sea alguien para estar toda la vida. Y siempre nacía en mí la misma pregunta, el porque si conmigo tuvo todo eso, porque si conmigo tuvo sueños, porque hoy ella no está a mi lado.
Es dura la vida cuando tu amor no es correspondido.
Ya se nos había acabado la botella, y la mujer de mi lado me hizo cierta insinuación para que fuéramos a tomar otra en su departamento, pero no estaba para esos juegos, si bien esa podía ser la oportunidad perfecta para desquitarme y vengarme por todo el dolor sufrido, yo no era así.
Pedimos otra.
No podía evitar recapitular cada descripción de lo que me habían contado, me nacían tantas preguntas, incluso llegando a cuestionar la veracidad de algunos datos. Pasaba de la tranquilidad a la rabia en un segundo, de las ganas de abrazarla y protegerla para siempre, a querer olvidarme de ella y no verla nunca más.
Pero ella tenía algo que no podía evitar, cada vez que la miraba me era imposible enojarme, por más que la rabia y el enojo se apoderara de mí, la sola mirada de sus ojos, hacía que olvidara todo.
Ella transformó hasta mi personalidad, del carácter frío y decidido que siempre tuve, pase al carácter sensible que me provocaba su presencia. Antes siempre hacía lo que quería, pero ahora era distinto, siempre hacía lo que ella quería, en realidad siempre hacíamos lo que ella creía que quería, porque para mí siempre hacer las cosas que ella deseaba era un gusto y un placer, y jamás había sido una obligación ni un mandato.
Ya saliendo del bar, camino cada uno a nuestras casas, le comenté a la mujer porque era tan injusta la vida, que porque si cada vez que estaba en problemas o quería conversar con alguien era a mí a quien llamaba, porque cuando buscaba que la comprendieran y escucharan, era a mi a quien acudía, porque cuando quería divertirse y pasarla bien, siempre era conmigo. Por que cresta no se daba cuenta que yo era para ella, que conmigo podía revivir toda la pasión que solo conmigo había sentido, por que no entendía que yo podía darle toda la felicidad que buscaba y sin embargo buscaba esa felicidad en tipos que no lograban hacerla sentir ni la décima parte de lo que yo le hice sentir.
En ese instante una lágrima de rabia e impotencia apareció en mi rostro.
-¿Por qué si yo fui, soy y puedo ser todo lo que busca? ¿Por que no está conmigo? – le dije a la mujer que me quedo mirando fijamente.
Y en ese momento me dio la respuesta más dura y cruel que mi corazón haya escuchado, pero sin embargo la verdad más cierta y acertada que jamás me hayan dicho.
-Quizás ella nunca se ha enamorado.
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