Había una vez un hombre rodeado de cosas tan ajenas y sin embargo vivía ¿Cómo vivía? Vivía dentro de sí y por algunos instantes miraba hacia fuera. Había un motor dentro de él que necesitaba entender.

En un comienzo entendió que si debía haber alguna contradicción conveniente y necesario era que fuese lo de afuera. “Lo de adentro lo mantengo intacto, debe ser él el que debe ser capaz de entender”

- Así funcionaba su cerebro: doblándose adentro, tratándose como padre e hijo a la vez… el juego podía volverse eterno; para el hijo la vida significa el padre enseñando; para el padre la vida significa el hijo aprendiendo. Y la vida es la dificultad, un incentivo en la procura de armonía entre dos.

Pudo haber pasado la vida girando platos, pero no fue así; la curiosidad, incluso en la pesadilla lo movió.

Demasiadas reminiscencias en un ser tan pequeño, y personalidad de reto, de aventura – y de conciencia de pestañeo – lo movió.

“La vida es un abrir y un cerrar de ojos” – lo es, lo es, lo es.

“¿Cómo te gustaría que fuese tu cuento?” - …

“La vida es mucho tiempo” - … o sea, que tengo que ponerme lento

“Y ser constante y seguir” - ¿Cómo te gustaría que fuese tu cuento?

Saber como reto que cuando deba abrir los ojos tendrá, deberá, estar contento.

“Tendrás que contarte a ti mismo tu propio cuento” – aún cree que esas fueron las últimas palabras que escuchó poco antes de nacer.