No está mal tener ideas propias o hacer uso del intelecto para construir-se conceptos con sentido y ser capaz de jugar con los conceptos. No está mal tampoco comunicarlos a los demás. Lo que está mal es imponerlos porque es como intentar colocar los propios frutos en los demás. Y todo esto tiene que ver con un defecto en la comunicación. Si una persona habla de sus ideas no las está imponiendo, se está contando a sí mismo… se está mostrando a sabiendas de que la otra persona es otra persona y de que puede resultar interesante (de que tiene sus propias ideas). Tus ideas nutren mis ideas, no tengo por qué estar de acuerdo o no, me basta con escucharlas… y que pueda interiorizarlas…, que me dejen pensando. Si me dejan pensando tus ideas nutren mis ideas o mi forma de procesar mis ideas. No se trata sobre convencer a nadie de nada. Cuando se cree que por comunicarse una persona debe convencer a otra sobre todo o sobre algo, equivale a que un árbol de peras y un árbol de manzanas están discutiendo sobre si las peras o las manzanas son mejores. Y ninguna cosa es mejor que otra. Tener una certeza sobre algo es como mostrar un fruto personal. Tener la certeza de que las certezas son meras pretensiones o ilusiones es un fruto muy distinto producto de una labor intelectual. Nos cuesta darnos cuenta de que la personalidad existe y de que cada quien tiene la suya propia. Hablar de personalidad no significa estar proponiendo un personalidad modélica en donde la mía sirve y la tuya no; de la misma manera en que si acepto tu personalidad no estoy renegando de la mía. El hecho es que las peras y las manzanas pueden existir, tonto es que deban existir peras o manzanas. ¿Te has dado cuenta de que la gente busca la “o” y que se trata de la “y”, y que por eso es que es un placer conocer a alguien más, y que eso sólo se logra mediante la comunicación?... todo el mundo habla solamente de sí mismo, aun cuando describe otras cosas. Y eso es válido en todo hablar.