Era una tarde fría, de esas que hacen que no te den ganas ni siquiera de levantarte, pero algo me decía que debía hacerlo, que tan solo debía salir de mi cama, arreglarme y emprender el rumbo a mi cita de estudios programada la noche anterior, casi sin ganas de cumplirla, a realizar algo que en un día normal, hubiera llamado a las 12 de la tarde inventando alguna excusa para cancelarla. Ya en el camino sentía que algo iba a ser diferente, nunca me había pasado, siempre había escuchado de los presentimientos y de las intuiciones, pero la verdad nunca creí en ellos, siempre pensé que la vida y el futuro estaban concertados en un círculo de hechos que por más que uno tratará de cambiarlos, siempre la vida misma se encargaba de volverlos a ordenar y dejarte sin opción siquiera de poder elegirlos.
Pero esa tarde sin duda era distinta, casi sin darme cuenta me vi apurando mis pasos con ganas de querer llegar a mi destino, hasta que me detuve, vi la hora en mi celular, eran ya las 3, y supuse que ya el almuerzo había concluido. Toque como siempre el 3 A esperando que Florencia atendiera mi llamado, después de los treinta segundos eternos, que siempre, matemáticamente, se demoraba.
-Hola Flo, el Vicente dije como siempre, esperando que su respuesta me diera algún indicio de lo que iba a suceder, pero nada.
Subí las escaleras y al entrar al departamento solo observe la mesa llena de papeles, toda la sorpresa que esperaba se diluyó con la desilusión de verme solo con Florencia, con la cual tenía una relación extraña, por llamarla menos, ya que al estar con ella y otros amigos podía disfrutar mucho de su compañía, pero al estar solos esa alegría se transformaba en aburrimiento y decepción.
Sabiendo que ya era inevitable el regreso, me llené de optimismo y me hice la idea de disfrutar ese momento, y aprovechar al máximo los estudios que al fin de cuentas me servirían para terminar bien el año.
Cuando ya había pasado casi dos horas desde mi llegada, tocaron a la puerta, Flo se levantó y fue a ver quién era, supe que era alguien conocido para ella, ya que la forma de contestar y relacionarse no era la de un par de extraños. Al sentarse nuevamente a mi lado, dejando la puerta entreabierta esperando que aquella persona entrase, me disipó las dudas de mi teoría pensada hace un par de segundos.
Y en ese momento la vi entrar.
Fue el instante mismo cuando supe a que había venido, el mismo instante donde me di cuenta que los estudios ya no me importaban y solo deseaba escuchar su voz, su nombre, su historia y su vida.
No se si se notó que estaba nervioso, pero al presentármela, solo atiné a contestar frases sarcásticas y estúpidas, aquellas que siempre he usado para defenderme de mis inseguridades, y de las cuales siempre he recibido sonrisas de vuelta.
Su llegada cambio la rutina de nuestro día, el estudio quedó de lado y la música y la conversación pasaron a ser el núcleo de la reunión. Jamás había escuchado una risa tan dulce como la de Isidora, y por sobre todo jamás había visto unos ojos tan bellos como los que vi esa tarde, unos ojos tan especiales, que más que la belleza propia de su forma y color, que ya eran lo bastante bellos, tenían la gracia de mostrar el alma, de mostrar sentimientos y de mostrar la tristeza que solo yo pude ver en esas pupilas superficialmente alegres.
Mientras ambas se burlaban de mi pésima forma de jugar cartas, yo solo podía pensar en querer conocer más de ella, en saber que buscaba, en saber que pensaba y en saber que tal le parecía, misión casi imposible conociendo hasta donde podía llegar mi timidez.
Ya eran las diez de la noche y el tiempo había volado estando a su lado, y una pregunta hecha por Florencia me hizo dar cuenta que se quedaría esa noche allí, lo que me llevo a inventar una excusa para quedarme yo también.
Y así pasaron las horas, yo queriendo descubrir más de Isidora y el porque de la tristeza de sus ojos, y ella respondiendo todo como si fuéramos amigos de toda la vida.
Hasta que llego el instante en que Florencia se fue a dormir, y solo quedamos bajo la luz tenue del comedor Isidora y yo.
-Y eres hace mucho amigo de Flo? me dijo con voz tierna y melodiosa.
-La verdad es que no hace mucho le contesté mientras pensaba en la próxima frase que iba a decir para evitar su aburrimiento la conocí por algunos amigos en común.
-Eres bastante simpático me dijo, y en ese instante donde la alegría por su cumplido me llenaba de emoción, fue que me decidí a hacer la pregunta que nos acerco aun más.
-¿Porque están tan tristes tus ojos?
Se vio sorprendida por la pregunta y me confesó que primera vez que alguien se daba cuenta de ese detalle, que siempre lo que escuchaba eran elogios de sus lindos ojos y de la alegría que ellos expresaban, pero que hasta ese momento nadie había logrado mirar más allá de aquellos cumplidos baratos que ya a estas alturas hasta le producían malestar. Nadie. Ni siquiera su marido.
Su marido esas palabras me destrozaron el corazón como nunca antes lo había sentido, y mi nula capacidad de disimular mis sentimientos la llevaron a continuar la conversación.
-¿No sabías que era casada? me dijo con voz consoladora.
-No tenía idea le dije con un tono de decepción.
Y como queriendo calmar lo que estaba sintiendo, me miró a los ojos y me confesó que desde que me conoció, algo mío le llamó la atención, y que el ser yo el único en darme cuenta de lo que expresaban sus ojos, le hizo convencerse que era especial, que no sabía que era, pero presentía que algo importante iba a significar en su vida.
De ahí en adelante nuestra conversación fue profundizándose más y más, supimos de nuestros miedos, esperanzas y sueños, me contó cosas increíbles, cosas que me hacían escuchar con especial atención cada palabra emitida, historias que nos hicieron sacar más de una lágrima y hechos que nos hicieron cuestionar las decisiones tomadas, mas nunca arrepentirlos, y nos hizo darnos cuenta de los extraños caminos que toma la vida, a veces sin quererlo siquiera. Así también, nuestra conversación y más precisamente ella, logró que expresara lo que nunca con nadie logré expresar. Ella logró que contará mis secretos más íntimos, aquellos que nadie conoce y logró desnudar mi alma como ninguna mujer antes lo había hecho.
El amanecer nos hizo finalizar nuestra tertulia, y a la vez nos llevó a apurar un beso que siempre supimos que debimos darlo, un beso que duró una eternidad, pero que sin embargo hoy parece tan breve.
La lleve a su habitación y con una mirada tierna me pidió que la acompañará, me recosté a su lado y mi mano en su cara despertó la pasión que ninguno de los dos había sentido antes. Esa suavidad en su piel, ese deseo que nacía solo con acariciar sus mejillas, solo con recorrer sus brazos, nos llevó a un punto en que casi sin darnos cuenta nos quitamos la ropa, que para nosotros era simplemente algo que estorbaba. Y allí, con ella, conocí realmente el significado de hacer el amor y bajo el enredo y roce de nuestros cuerpos desnudos me di cuenta de lo mucho que podía llegar a amar y de lo mucho que quería entregar a esa niña que se encontraba a mi lado.
Fue tanto el amor que inundó la habitación, que ni siquiera pudimos dormir, ya que tuvimos que levantarnos para que Florencia no sospechara nada.
Isidora tomó un bolso y dijo que su bus salía en un par de horas.
-¿Hacia dónde? le pregunté ingenuo.
-A mi casa me respondió.
Y a pesar de haber conversado, de haberla besado y de haber pasado la noche con ella, me di cuenta que nuestra charla fue tan profunda que ni siquiera bastó para preguntar de que parte era.
No tuve tiempo siquiera para cuestionar nada, ya que Florencia apareció más inoportuna que nunca y acabó de forma repentina la más hermosa noche de mi vida.
Era ya hora de ir a dejar a Isidora.
Cuando llegamos al terminal de buses sentí un dolor muy grande que con el paso de las horas y la cercanía de la partida se acrecentaba más y más, un dolor que me hacía pensar en gritarle a todo el mundo que la amaba, que a pesar de haberla conocido solo un día, amaba a esa mujer como jamás había amado a nadie, y por mi cabeza, solo daba vueltas la idea de arrebatársela al destino y no dejarla escapar mas de mi lado, pero la realidad me golpeaba al cabo de unos segundos y la desdicha me gritaba que no podía hacer ya nada.
Al llegar el bus en donde Isidora tomaría el viaje de vuelta a su vida, nos inventamos una excusa para que Florencia nos dejara solos.
-Sabía que ibas a ser especial e importante en mi vida me dijo mientras su mano en mi cara secaba una lágrima Muchas Gracias.
- ¿Gracias por qué?
-Por haber quitado la tristeza que tenía en mis ojos.
-Nos volveremos a ver pregunte esperanzado.
Y con un beso en mis labios y sin decirme nada subió al bus.
Nos despedimos a través de las ventanas y Florencia nunca sospechó nada.
Al desaparecer el bus tras la esquina siguiente se esfumó con él el sueño más intenso y fugaz que alguna vez tuve, y a pesar de que nunca más volví a saber de Isidora y de que mi vida ha tenido muchas vueltas, jamás volví a sentir por alguna mujer ni siquiera algo parecido a lo que viví esa noche con ella. Y quizás debería estar triste, sabiendo que nunca más la volveré a ver, pero es más grande la felicidad que siento sabiendo que en algún lugar del mundo alguien me recuerda por haber sido importante en su vida, y sobretodo por haber devuelto la alegría a unos ojos, a los ojos mas hermosos que jamás haya visto.
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