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Supongo que cuando vine al mundo me instalaron un corazón de gitano, dicen que mi ombligo lo lanzaron al mar y se lo llevaron las corrientes que deambulan de una costa a otra. En los últimos años me uní a una de esas tribus nómadas para atravesar este inmenso hogar que llamamos Tierra, para conocer a las diversas personas que habitan este jardín de flores, hierbas aromáticas e insectos exóticos que llamamos mundo.

A veces me pregunto: ¿y cuando voy a parar de viajar?

¿Habrá algo que pertenezca a ese mundo estático que me quiera anclar para enraizarme a la tierra?

Las raíces se sienten como clavos para el pájaro.

¿Porque seguir viajando?

Bañarse en los ríos sagrados que han caído a la tierra a trabes de los cabellos del Dios Shiva como el Ganges, subir a las inmensas montanas que acarician las nubes como los Himalayas y el chirripó en Costa Rica, donde habitan seres angelicales con alas de algodón, sonreír ante las miradas inocentes de los que habitan las aldeas perdidas en los montes, admirarse dentro de los antiguos templos de los que con devoción le rinden plegaria a sus cientos de dioses, y preguntarse a uno mismo si en alguna vida pasada hemos percibido el aroma de esas aguas, si hemos con nuestros pies descalzos pisado esas montañas, si hemos observado de muy cerca esos ojos que miran con asombro nuestros ojos, o si talvez fuimos uno mas de los hombres que a duras penas y con las manos sudorosas esculpieron esas piedras para encontrar a los dioses escondidos en ellas.

¿Porque detenernos cuando aun no hemos llegado a la terminal del viaje....verdad?

Sería como brincar al mar abierto en el transcurso de un crucero que no tiene muelle en el cual anclar.

¿Existirá un destino final, o podríamos seguir infinitamente?, siempre que el infinito sea infinito.

A veces no nos hemos tomado el tiempo para descansar antes de iniciar la siguiente aventura, el tiempo para escribir en una hoja en blanco las cosas que han surgido en nuestra inquieta cabeza, ni siquiera nos interesa mirar atrás con añoranza de lo que hemos vivido, somos como el conductor del tren, el solo mira para adelante.

La locomotora que nos impulsa es la pasión por lo aún no vivido.

Viajamos en un vagón de segunda clase, en el que dormimos como como si fuera de primera, gracias al simple echo que al avanzar se mueve de la misma forma en la que nos acurrucaba nuestra madre cuando éramos niños.

¿Porque vivir la vida de forma monótona?

Que se repita lo irrepetible.

Texto agregado el 07-03-2006, y leído por 98 visitantes. (0 votos)


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