AMIGOS DE AYER
Llegaron, estuvieron, relumbraron bajos pámpanos solares y fueron marea creciente que, destemplada, disipó límites y fronteras, expandiendo el efluvio de su estandarte hasta regiones ilimitadas, existieron y luego se apagaron lentamente como cirios sin oraciones, como plegarias sin dioses, se arrellanaron en la berma de los tiempos para disiparse en la memoria desechable.
SE AMARON
Creyeron haber descubierto el verdadero sentido de la existencia y comenzaron a explicárselo todo desde el centro de sus corazones, transformándolos a ellos en monarcas de todo lo existente. Legislaron y sometieron bajo sus decretos a las mareas y las espigas, el génesis tuvo sentido bajo sus besos, los vientos pagaron el peaje de las caricias, el deseo parpadeó en miríadas de estrellas, todo fue un sublime gobierno hasta que uno de los corazones comenzó a latir diferente. Entonces el despecho liberó de un golpe a la tormenta, las mareas recuperaron su brazos ancestrales y las espigas doraron un pan de silencio. Todo volvió a la nada cuando uno de los corazones tañó una nota de duelo.
SUICIDIO
El hombre sostuvo el revólver junto a su sien. Las cartas estaban escritas y dirigidas a sus seres queridos. Dijo adiós y apretó el gatillo. Sucedió un estampido que estremeció las paredes, pero al cabo de unos segundos, el hombre permanecía aún en su silla mirando el vacío. Nada había sucedido porque él era un ser de salva.
HIJOS
Espejos deformados de lo que somos según nuestro criterio, evolución del esperma que a la vuelta de algunos años, adquiere voz y garganta para proclamar novedosos discursos, de los cuales reconocemos remiendos y sofismas. Son las mismas palabras con que pretendíamos escindirnos de nuestros padres, los cuales reían a escondidas, al reconocer, a su vez, los remiendos y sofismas de sus particulares verdades…
CURSI
Ocultó los espejos tras una ruma de bototos pestilentes, desdentó a las peinetas una a una mientras recitaba: "me quiere sucio, poco y mucho" y cuando la luna descubrió sus dientes amarillentos y su cabello desgreñado, lloró bajo la mortecina luminosidad, deshojando una alcachofa que le dijo que la niña aquella, la que jamás se fijarían en él, lo quería absolutamente nada…
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