Hermes es un dios griego – se dice -, una figura arquetípica, una necesidad de nuestras almas. A veces el azar hace que uno se lleve una visión más profunda y verdadera que de una cosa que el estudio profundo. Por ejemplo: tomo de un estante un libro sobre dioses y lo abro al azar y leo un párrafo con una idea o una descripción o algo adjudicado a Hermes o, mejor aún: abro el libre al azar y leo una frase que me impacta y más adelante, también al azar, leo la palabra “Hermes”, me lo tomo así, de esta manera y modo que podría llamarse supersticioso, como si fuese un mensaje personal para mí y lo más seguro es que no compre el libro, lo único que tomo lo que me interesa, es solamente lo que es para mí, lo personal.
Durante un tiempo actué de esta manera y obtuve unos resultados que son como para quedarse loco: Hallé sentido, ilación de significados en los productos del azar… uno se siente querido y correspondido por algo que uno busca (es la única forma de encontrarlo y ese es el significado oculto de la palabra adoración). Para colmo, actuando de esta manera, los sueños lo complementan todo, se plenan de visitantes y de situaciones que nos hablan de ellos mismos y que nos hacen entablar relaciones con ellos, nos obligan a ser medidos. Labor de poetas o de individuos prestos al manicomio. El caso es que se obtiene una idea más profunda y personal y más completa que aquello que apenas se toca con el alma… es como tocar a la puerta de una casa llena. Y es el único modo. Porque lo que se busca nos recuerda.
Hermes me ha dado varios de sus nombres, y su estructura que ayuda a comprender la lógica de su esencia variable. Hermes es un arquetipo. Entre sus nombres más suaves están los de Enki y Enkido (Mesopotámia), Ixbalanqué. Sus nombres son enormes (Krishna, Osiris, Satán), pero para mencionarlos o explicar por qué habría que prolegomenizar mucho. El hecho que realmente importa consiste en que Hermes es una cualidad energética bastante especial. No sólo es un ser de la transformación y de allí que lo nombren como dios de los ladrones, lo que roba es nuestra percepción de él (se adapta a nuestros ojos mientras se esconde y al esconderse roba), nuestro anhelo de creencia en él. Hermes es un ser capaz de borrar su propia figura, nos roba la figura que nos hacemos de él. Es un ser que no nos permite definirlo, que se burla. Dos luces centrales operan sus cambios, cuando lo común incluso para los demás dioses es poseer un solo ser central. Hermes contiene dos, de allí que ninguna de ellas es él mismo, de ahí que Hermes no pueda ser definido como Ser. Como un Ser, es como un Ser capaz de producir cualquier apariencia, la cual es el resultado dado entre dos ejes o seres centrales que están dentro de él. Intentando mayor claridad: su apariencia es una formación producida entre dos esencias que se hallan dentro de él. Su última Gracia: Juan (Hobbes se dio cuenta y Marylin Manson también). El ateo que desprecie las interpretaciones de los curas y de las iglesias sobre lo sucedido hace dos mil años notará en Juan el Bautista y en Juan el Apóstol la misma voz, la misma autoridad, la duda en Lucas, la misma persona, el mismo compromiso, el mismo amor, el mismo ser que se esconde y que da miedo y que confunde… y el arte de cambiar, borrándose a sí mismo y desaparecer (buscar a Juan el bautista para cortarle la cabeza es como buscar a Carlos el profesor de la Central para llevarlo preso… basta preguntar ¿Dónde está Carlos el profesor de la Central?, para que se den las confusiones que nadie aclarará).
Pero no es esta polémica de percepciones, desmitificaciones, mitificaciones y creencias la razón de este ensayo.
Un hombre con un solo ser, con una sola esencia (sabiendo, claro que esta sola esencia también es múltiple en aspectos y posibilidades, claro), con un solo eje central constantemente busca crecer y la mejor manera de crecer es a través de la virtud (según los filósofos que saben de estas cosas) – preocupación primordial de los filósofos preocupados auténticamente -. Pero, ocurre aquí algo paradójico: un ser virtuoso absorbe energía de los demás, es como una mole, un ser impresionante hasta en su humildad que se nos hace insuperable…, un ser al que da gusto obedecer ciegamente muchas veces. Pero el individuo virtuoso hasta cierto punto impide el libre y pleno desarrollo de los demás, hasta cierto punto atemoriza debido al profundo respeto que el virtuoso inspira – es como un padre natural por quien se siente el más profundo respeto. Nuestro propio desarrollo se nos vuelve entonces en un deseo de emulación. De aquí la afirmación de que quien posee virtud absorbe energía de los demás. Quita fuerza pues, suplanta, ya que en estos casos estamos ante un ser incomparable, insuperable, que inspira, de difícil emulación que se convierte en el deseo de los demás y que a cuyo lado ser nosotros mismos nos sienta un poco mal, nos sentimos torpes, malos, pequeños, un poco lleno de pecados y de superficialidades, quizás. (Hermes lo sabe y es un mago del esconderse).
Una de las cosas más notables de Hermes es que son sumamente escasas las hazañas heroicas que se le atribuyen y a la vez ha sido una especie de acompañante segundón de muchos héroes. En las cosas realmente importantes Hermes se caracteriza por estar ahí sin jamás lucir ni tomar el primer lugar o el papel principal. Es como un ser que en su nulidad (porque es capaz de anularse) es capaz de otorgar fuerzas al primero manteniéndose segundón y pareciera que en eso consiste su placer secreto… es él el que le da la fuerza al héroe sin arrebatarle su lugar (es como una esposa, pues). Recordemos que Pan y Hermes rearmaron a Zeus después de que Tifón casi lo desbarató. Ayudó también a Hércules varias veces y el Gilgamesh no es más que otra narración al respecto (es la misma historia). Y de manera muy oscura Homero (recuerden que Hermes es un arquetipo) lo coloca al final de la Ilíada como un ser misterioso, sin mucho ánimo de combate pero capaz de hacerlo y capaz de por su mera presencia hacer dormir a un campo de batalla.
Tomamos como ejemplo siempre lo mejor, quizás podamos, mediante una actitud antiejemplar, ser capaces de dar fuerzas a los demás sin competir con nadie, y hacer hasta de la cosa más pequeña de este Universo, lo mejor, otorgando nuestras fuerzas.
Sólo así puedo entender que en todo este Universo no haya nada más pequeño que él.
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