Que Pena, despierto un domingo y me veo en sabanas desordenadas.
No digamos que despierto como todos los días pues, en mi cuerpo, se siente la resaca y un idílico jolgorio de la noche anterior que se manifiesta al abrir los ojos y, como punto neurálgico: La Cabeza.
Que Pena, un jolgorio que adormece lo que al otro día vuelves a recordar.
Que pena, las sabanas desordenadas y que quede claro, muy limpias, con un detergente de buena publicidad, hacen que respire un olor que el famoso personaje de TV prometía en todos los canales… “LIMPIEZA PURA Y FRESCA, AUTENTICA DE BOSQUE SILVESTRE… COMPRA TU ¡”•$%%$•!” (No voy a dar publicidad gratuita)
Que Pena, segundos después ese olor no pasa más que ser una mezcolanza del humo de cigarro en mi ropa tirada por ahí… e… inevitablemente… Tu Olor… que llega no se por donde…
Que Pena… lo respiro, (una y otra vez antes que huya tal como llegó, furtivo) te recuerdo, ¿qué haces? y miro el teléfono; respiro y me ahogo, lo respiro y me doy cuenta que los recuerdos tienen nariz, Que Pena, ya hace tres meses que no tocas estas sabanas y… el olor persiste, furtivo…
…Que Pena… no era tan bueno el detergente…
… Que Pena… sigues aquí.
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