CAPITULO 3.
ESPERA TERRIBLE.
Después de haberse marchado Gary, ya solos, Yack se da cuenta del terrible error que ha cometido, no debería haber dejado que Ana se quedase, a pesar de ser la única medica no podía quitarse de encima la idea de que ser el responsable si algo le acaeciese.
- Ana, tendrías que haberte ido con ellos, temo por ti.
-Yack, sabes perfectamente que no habrías podido obligarme a marchar, conoces lo tozuda que puedo llegar a ser.
Yack se sonríe, se da cuenta de la razón que tiene, pero, aun así se siente culpable en caso de que algo malo le sucediera.
-No te preocupes, Maikel saldrá de esta, y yo también; estamos bien protegidos. No te martirices más.
- No puedo dejar de pensar que si yo hubiera estado aquí nada habría ocurrido, tenía que haber estado aquí desde el primer momento. No debí hacer caso a Gary, mi sitio esta con aquellos a los que amo, mi trabajo no puede separarme de vosotros.
- Tú no podías saber que esto ocurriría, no tenías el deber de saberlo, otras personas te necesitaban, no puedes adivinar el futuro, compréndelo. No es culpa tuya.
Resignado se quedó mirando el pálido rostro de su hermano, no podía evitar sentir una mezcla de resentimiento, dolor, culpabilidad y angustia. Sus ojos se nublaron y con un llanto silencioso se desahogó.
Ana, bien sabia que en este momento era mejor no intervenir.
Ella también se sentía desdichada y culpable, ya que se había empeñado en quedarse haciendo de esta manera, que Yack se sintiera responsable de ella. Varias veces ya se había enfrentado a situaciones difíciles, pero nunca tanto. Y lo peor de todo aquello era el silencio sepulcral que les envolvía, exactamente igual que aquella noche, la noche en la que fueron a buscarla para decirle lo del accidente, esa atmósfera depresiva que la envolvió en el momento de escuchar las palabras del agente con rostro pálido y demacrado que le susurró...
-Ana, creo que sería mejor que te acostases. Debes descansar para recuperar fuerzas, debes estar agotada ante la noche en vela que pasaste ayer, duérmete. Te mereces un descanso.
-Perdona Yack, estaba pensando en otra cosa, no me había dado cuenta de que me estabas hablando. ¿Que decías?
-Te estaba diciendo que te tienes que acostar ya. Yo me quedaré vigilando.
-No, haremos turnos de vigilancia. Empezaré yo, descansa ahora tú, ha sido un día demasiado agitado para ti, necesitas dormir, venga acuéstate, yo te levantaré a las doce para que me releves. ¿Te parece bien? Me da exactamente igual si es que no, aquí la medica soy yo.
Yack no tuvo más remedio que sonreír ante la contestación de Ana, además, tenia mucha razón, estaba agotado, aunque eso jamás lo confesaría, claro esta. A regañadientes fue a acostarse y en el mismo instante en el que su cabeza se apoyaba en la almohada, desecha a causa de arañazos y disparos, cayó rendido a un sueño profundo y sin sueños.
A las doce, Ana, se acercó a él y al verle tan relajado decidió dejarle dormir un rato más, se lo merecía.
Yack abrió los ojos, el sol ya entraba por la ventana, eran las 7:30 según su reloj. De golpe se levantó. ¿Cómo que Ana no lo había despertado? Se sintió aturdido y nervioso, ¿no le habría pasado algo haciendo guardia y por eso no lo había despertado?, No, no debía imaginarse (su cuerpo mutilado), cosas raras (recuerdo de los padres de Aída), su imaginación le estaba jugando malas pasadas, si le hubiera ocurrido algo lo habría oído (¿¿seguro??) No, no podía haberle pasado nada (entonces, ¿por qué no se atrevía a pasar la puerta y a mirar? ¿Encontraría el cuerpo destrozado de la persona que más amaba en este mundo al otro lado convertido en un ser sin vida, conciencia ni corazón? ¿Vería su carne putrefacta dirigirse a él y la voz de una garganta destrozada le recriminaría no haberse despertado mientras la mataban?). Despacio, se había ido acercando a la puerta del dormitorio, el sudor le caía a goterones por la frente, su espalda se encontraba completamente empapada, las manos le temblaban y las piernas apenas si podían sostenerle. Con manos temblorosas y sudorosas se aferran al manillar de la puerta como si fuera una tabla de salvamento para un naufrago lentamente empuja la puerta, y agradece que esta no haga ningún ruido. A medida que se habré, ve la espalda de Ana, se encuentra manchada de sangre. El latir de su corazón se acelera, las sienes le laten con una fuerza que siente que van a estallar, en ese momento comienza a marearse, pero se mantiene firme. “Ana...”, intenta gritar aunque solo le sale un susurro, pero es suficiente para que ella se dé la vuelta. Se siente enfermo, tiene un nudo en la garganta y otro en el estomago, mientras se da la vuelta él cierra los ojos, en eso oye:
- ¡¡Yack, dios santo, te encuentras bien!!
Ana se abalanza hacia él, que aún sigue con los ojos cerrados agarrado al manillar de la puerta, en su pálida faz cubierta de sudor se dibuja una sonrisa, con voz queda susurra antes de caer desmayado:
- Ahora si, ahora ya si estoy bien. Yack se despertó, lentamente miró alrededor, se encontró los ojos de Ana fijos en él:
- ¡¡¡Dios, Ana, estas bien!!! No sabes lo preocupado que estaba, ¿qué a pasado?
- Los nervios te han jugado una mala pasada, te has desvanecido, ¿qué creías que me había pasado? Cuando me has visto era como si hubieras visto a un fantasma.
- Creía que te encontraría muerta, como no me despertaste para hacer la guardia pensé que te habían atacado y yo no me había dado cuenta, aparte, ¿qué te ha pasado en la espalda? La tienes manchada de sangre, por eso tenia los ojos cerrados.
- Estuve tratando de salvar a un joven que se encontraba herido y utilicé la camisa para tratar de taponar la herida, murió, no pude hacer nada por salvarle. Eso fue antes de que los muertos llegasen aquí. Él se convirtió en uno de ellos y tuve que volver a matarle.
- Me alegro de que la sangre sea suya y no tuya.
- Venga, estas ya más tranquilo, tenemos que ir a ver a Maikel, esperemos que haya mejorado, la verdad, cuando lo vi parecía bastante mejorado. Creo que ya puede hablar algo más, venga, seguro que desea verte.
- Hola hermano, ¿qué tal te encuentras? Supongo que no demasiado bien. ¿Qué a ocurrido aquí? ¿Que te han hecho? ¿Cómo puedes seguir vivo? ¿Quién te capturó? ¿Cuándo comenzó todo esto?...
- Cálmate, más despacio, apenas si he logrado comprender todas las preguntas que me has hecho, ve una por una, me he recuperado un poco, pero ni estando completamente bien soy un ordenador. Venga, cálmate y ve más despacio, repite.
- Vamos a ver, que tal estas es lo primero, y por lo que puedo ver estas bastante mejor que cuando te recogí en la biblioteca, o por lo menos eso me parece.
- Eso está claro, de encontrarme al borde de la muerte a poder hablar normalmente hay una gran mejora, de eso no debe haber ninguna duda.
- Bueno, menos flores tampoco te veo tan mejorado, la segunda pregunta es que diablos a ocurrido aquí, no lo entiendo.
- Lo único que hay que entender es que no todo es blanco y negro y que la frontera entre la vida y la muerte es una línea muy delgada y que en algunos lugares de la tierra hay... portales, puertas o zonas aún más delgadas en las que la vida y la muerte se unen, los espíritus pueden traspasar la barrera y pueden lograr introducirse en la zona de la vida. No sé si me entiendes, las tribus con ritos a los muertos; la adoración a los muertos y a los espíritus... todo surge para evitar que los espíritus traspasen esa línea. Por eso se suceden los ritos...
Ese demonio que sin duda habréis visto no es otra cosa que el espíritu de un malvado y asesino noble de la edad media que vivía en un castillo sobre el que se construyó el cementerio. Los campesinos y los aldeanos bajo su dominio se revelaron contra él ante las atrocidades cometidas contra la mayor parte de las jóvenes de la zona. Eran secuestradas y violadas cada noche, y si se negaban aparecían torturadas y asesinadas de las formas más crueles. Los aldeanos, cansados de tener que aguantar estas barbaridades, fueron de noche al castillo y le prendieron fuego. Se cuenta que el malvado duque, pues ese era su rango, envuelto en llamas salió de sus habitaciones y juró que se vengaría de todos los habitantes del valle, que lograría que los antepasados de los allí presentes se levantasen en contra de sus descendientes. Solo se libraron de la muerte dos hermanos, hijos del duque, una joven media hermana de los dos y cuatro criados. Algunos años más tarde apareció el demonio extendió su manto de terror por el valle. Los campesinos se dedicaron a tratar de complacerle haciendo sacrificios pero nada le satisfacía, deseaba ver la sangre corriendo en forma de ríos por el valle y empapando la tierra y manchando los cuerpos sin vida de aquellos que le mataron.
Un joven, con una daga hecha especialmente por él, con un mechón de pelo de su hermana; monja de convento de clausura, virgen asesinada por el demonio, oculto en el mango y la hoja del arma hecha con un martillo creado con los huesos de su padre asesinado por el demonio y enfriada en la sangre de su novia vertida de la misma manera que los dos anteriores. Con esta arma tan peculiarmente creada pudo matar a la terrible criatura, no matando al demonio, sino matando al cuerpo del que se había apoderado que se encontraba en el panteón más grande del cementerio. El cuerpo no era otro el hijo más joven del malvado duque. Cuando su padre murió tenia apenas diez años, entonces ya contaba con cuarenta.
- Lo curioso es que desde entonces, cada 30 años aproximadamente...
-MAIKEL, ¿QUÉ TE OCURRE?, ¿QUE TE A PASADO?
- Nada, Yack tranquilízate, solo me he desvanecido un momento, aún no estoy completamente recuperado, compréndeme. Todo esta en la libreta negra que te di, léela y así ya no me fatigaré tanto, porque la sigues teniendo tú ¿no?
- Sí, tranquilo, la sigo teniendo yo.
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