¿Y si al escapar la tristeza desaparece el yo que me sustenta?
Pequeños instantes en donde los labios se dibujan festivos, acuden a menudo a mi puerta, son como destellos luminosos en donde la señora oscura se esconde detrás de los árboles grises de la desesperación.
Y no obstante, la dama escondida da testimonio de existencia, recordándome, recordándonos, que renacerá igual que el ave fénix, me buscará y la recibiré, como se recibe al amigo perdido que regresa sin palabras abrazándonos sin preguntas, sin esperar respuestas.
En esta zona de abismos encontrados, estas dos tempestades chocan contra los espejos antiguos que habitan esta casa y sus ruinas, demostrándome, demostrándonos, que una no puede subsistir sin la otra, como el bien que no puede encontrar su equilibrio sin las garras del mal.
Vale la pena ser cautiva de sus redes, solo para festejar el milagro incompleto de la alegría...
Vale la pena ser cautiva de sus redes, solo para festejar el milagro incompleto del amor...
Entonces, tomemos el atajo por donde esa víbora miserable no pasa, porque no conoce el camino de regreso, pateemos por un rato la melancolía absurda que utilizamos para sostener nuestra pobreza y por último, anunciemos sin temor que después de todo llanto llega la ansiada libertad, que algunos llaman amor, otros felicidad y algunos, los menos, no la nombran, solo la esperan en silencio, escondidos entre las sombras de la tristeza...
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