Quien puede asir su sombra.
El odio corre por las venas la ciudad y también por las mías, aun que no puedo descubrir si es odio a mi persona o a las mismas calles. Las ventanas tiemblan, alguna onda expansiva las derrite. El suelo comienza a nombrar y repetir palabras que nunca quise oír y nunca querré.
El lamento de las puertas tras un golpazo, y otro, y otro.
Los acordes suenan y titilan temerosos, aisladores. Respiro barro y polvo, respiro furia y perdón. Respiro.
Las imágenes giran, merodean. Escupen. Lastiman cada parte de la casa y el olor a remembranza se esconde detrás de alguna silla, lo veo pero no lo toco. No lo respiro.
Retumba y retumba, las voces hacen eco en algún rincón, algún escondite donde alguna vez dejé las huellas de unas manos, un tacto. Deambulo y mi sombra no me sigue, ya no persigue lo que alguna vez anheló. La maldigo con la furia que no poseo, quien puede asir su sombra si nunca fue nuestra, nunca nos perteneció. Vuelvo a maldecirla y descubro que ese no es el camino, freno mis pensamientos antes de que choquen contra alguna pared y despedacen aquello que tantos años me costó juntar, unir, y atar con alguna soga que por ahí algún ser supo prestarme de palabras, llantos que nunca vi, unos ojos que asimilan, palpitan, respiran y tantas cosas dicen sin que los dientes sientan ese rechineo, para dar lugar a través de unos labios que nunca han de sonar, y nunca han de sumirse entre ese juego de letras parlantes que nunca hablan mas que los mismos que solo miran.
La palpitación se precipita ante mi. Se incorpora y comienza a darme de a abofeteadas en el rostro. Sus manos sangran pero no gritan, no lloran, no empujan la polea ni mueven las manivelas de un salón con cerrojo que siempre se mantuvo cerrado hasta que, algún día, revienten por dentro, se destripen a la única manera de abrirlo, explotar, solo explotar.
Y la sombra se acerca, me observa de arriba a bajo, como testeándome. Sonríe entre dientes y cierra una puerta, un muro, su espalda. Chasquea sus dedos y miles de espectros persiguen su andar, atraviesan un umbral y solo tengo fuerza para llegar hasta la cama, sonreír al igual que aquella sombra pero sin un cuerpo que estudiar, ni una mente a mi alrededor. Sonreír al igual que aquella sombra y dormir. Dormir sin soñar. Dormir sin llorar.
Dormir, solo dormir.
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