Ella
Tarda en llegar. Sé que eso es lo que busca, que me desespere y la espere, impaciente. Conoce mi respiración, mi tranquilidad, mis dudas, conoce mis pensamientos y sabe que solo pueden referirse a ella, a nada más. Sabe que el miedo ya no existe, me abandonó paulatinamente, con cada roce, cada sonido, cada venida.
Tarda en presentarse pero sé que me mira, siento sus ojos observando mi cuerpo, sé que desea la desee, que busca el momento en que sea insoportable la ausencia y caiga en la desesperanza… se acerca, el instante se acerca.
Ella sabe que sé que no puedo moverme, así la atraigo hacia mí. Debo esperar que ella decida, que quiera colmar sus ansias y también sienta la necesidad del contacto. Antes no es posible, no depende de mí, ni del tiempo. Todo, absolutamente todo, depende de ella.
Se ha decidido, sentí que apareció en la esquina de la derecha, junto a mi pie y la sensación de su piel subió por mis venas como una avalancha de sangre caliente. Tengo que relajarme, si me muevo se va, debo respirar lentamente, tímido, controlar el palpitar del corazón y la felicidad, disfrutar su subida, sus paradas, percibir hasta el fondo el aroma que emana, embriagarme con él, comer de él. Aferrarme a su presencia que me salva, me saca de este hueco, de esta oscuridad.
Llegó al cuello, siento cómo mide, sin moverse, el espacio, percibe el calor, busca el poco de vida que todavía tengo y quiero darle. Lo sabe, sabe que quiero dársela, le pertenece.
Sé que este será el último contacto, ya no me quedan fuerzas, ya no quiero tenerlas, es solo cuestión de segundos para que decida acabar con todo y me saque de aquí… espero el dolor que me producirá su beso, como un frío de puñal, y deseo, por última vez, sentir el recorrer de su veneno por mis venas hasta el corazón… espero eso… sin impaciencia… con los ojos cerrados.
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