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Una obsesión. Acaso nunca nadie ha tenido, al menos por unos momentos, una obsesión?.
Si tan solo, a veces, escuchar música para disfrutar, leer lo que los poetas escriben, tratando de descifrar y sentir lo que tanto anhelan expresar, o tan solo mirar durante unos cuantos minutos una obra de arte, sintiendo ese escalofrío que nos hace sentir un lienzo del renacimiento, con el poder y sus líneas que hacen llorar a un hombre; si tan solo los clamores de la mente que surgen al mirar unos ojos, una mirada tan soluble y húmeda, tan frívola y pueril, tan lineal y pasajera. Si el temor de caer en un abismo que paraliza los astros nos impide, o peor aun, nos obliga a dejar de lado nuestras obsesiones, a dejarlas en un papel, o solo tirarlas al miedo que tememos caer nosotros mismos, dejar de sentir los susurros del otoño, el frió y los gritos de una antigua catedral. Todos y cada uno de nuestros sentidos, victimas de nuestra propia indiferencia, como huellas de una mentira que siempre contaremos incompleta por la comisura de nuestros labios.
Alientos del viento recorren los rostros fríos y taciturnos, tan lastimeros como sus propios ojos, ojos carentes de obsesión, de un deseo que empezó como un sueño. Y si unos lo quieren palpar, o al menos acariciar, terminara siendo la obsesión que todos suelen esconder detrás de crudas y silenciosas retinas. Las calles cargadas de memoria, cargadas de mudos ruidos, de sabores, de arte, pinceladas de colores que el pincel quiso captar rápidamente para eternizar sus secretos, y de tan bellas y desprolijas se confunden con el animo de los transeúntes, que de cuando en cuando danzan a la par de calidos oleos, y desprecian debajo de fríos toldos que las calles nos suelen mostrar.
Bocanadas de aliento y las noches caen eternamente sin dejar respiros a los pasos que no se borran aun de las aceras, calientes marcas en baldosas, tan sabias, que no existen pensamientos, deseos, odios y perdones que no hayan pasado por encima de ellas, tanto como la brisa, que suele oír nuestros malos pesares y nos empuja el pelo de un lado a otro y así transforma esos momentos en hermosos despistes de plaza, donde solemos, en momentos tan pausados e interminables como ese, deslumbrarnos por unos ojos y la extraña paleta del crepúsculo, que intenta disfrazar el día en impresionistas paisajes mintiendo y dejando que el oscuro azul de la noche nos envuelva en esa solitaria compañía de la noche que siempre usamos de escape y tanto disfrutamos. Mientras la caída de los astros nos viste de demonios, las luces del los próximos días nos permitirán perseguir un deseo, ilusiones de verano hasta los confines del saber, ilusiones mentirosas que al estirar un brazo, tan solo para rasgar sus ropas, se desvanecen y se deshacen entre los dedos, pequeños niños en playas vírgenes donde la arena aun no deja tocarse, imaginación y deseo en las huellas de la niñez, olvidos y perdones en oasis de la sed, memorias de la piel y del placer, obsesiones. Tan solo obsesiones.

Texto agregado el 05-03-2006, y leído por 236 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
05-03-2006 Muy bueno...los recuerdos...el olvido, simplemente las obsesiones de nuestra memoria,mente nuestro cerebro...Saludos! scorpiomay
 
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