Sucede que me canso.
Sucede que me canso de andar,
de mirar a través de los vidrios.
Las vidrieras que solo reflejan
el contorno de las personas,
doy vuelta y, esa gente ya no esta.
Sucede que me canso de que la húmeda
llovizna empape mis cabellos y mi razón,
mi melancolía.
Las calles rebalsantes de grises
hacen juego con los rostros y sus ánimos,
los árboles rechazan vientos
y consumen alientos, suspiros.
Sucede que los automóviles
se mezclan con los transeúntes,
transeúntes que divagan en lo cósmico,
danzan en el risco de los cordones de las veredas,
con la suerte de no caer,
con la suerte de no perderse entre el agua
que por allí, algunas veces, circula,
para caer en alguna alcantarilla.
Con la suerte de no caer,
y continuar en su pensamiento sideral.
Sucede que también soy un transeúnte,
danzo y resbalo, no con la suerte de no caer,
no con el deseo de divagar,
solo soy un transeúnte mas.
Sucede que el aire de las plazas
en las tardes lluviosas,
esas en las que prefiero salir a andar
y no suicidarme en el encierro,
resulta sofocante por la humedad,
y el aire se torna denso y espeso
se dificulta respirarlo,
solo se lo respira.
Sucede que los juegos ya no ríen
con los garabatos de los niños.
El paisaje de edificios,
que siempre resultó tan normal,
resuelve y completa el contexto
que la fina y suave lluvia crea.
Sucede que también soy un transeúnte,
Y en las puertas de las casas
cuelgan manos e intestinos mutilados,
las ventanas respiran polvo y hojas,
y los negocios huelen a clemencia y a rencor.
Sucede que soy un transeúnte,
y la agonía de el asfaltado se describe,
se revuelca en las huellas
de un antiguo empedrado que alguna vez,
fue las venas de otra agonía, otro destierro.
Sucede que revivo las pupilas y las líneas
de las lagrimas que caen sobre mi
así como aquella vez lloverá algo de mi.
Sucede que soy un transeúnte,
quizás uno mas, pero no se,
no se si por que es lo que soy
o solo no quiero serlo.
No se si quiero ser lo que soy,
no se si me dejan ser lo que soy.
Sucede que soy un transeúnte,
y, como todos, me gusta divagar,
pero no en un risco,
me gusta soñar, me gusta intentar, me gusta ser.
Sucede que me canso de que miles de caras
pesen sobre mi,
miles de caras.
Sucede que me canso de olvidar,
olvidar lo que soy,
solo un transeúnte.
Sucede que me canso de mirar al cielo
y encontrar en él lo que nunca
encuentro en mi.
Sucede que me canso de ser el espejo
de estas caras,
de encontrar en ellas todo y parte
de lo que soy, solo un transeúnte.
Sucede que me canso de andar.
Sucede que me canso de ser un transeúnte.
Sucede que me canso de encontrar en mi
lo que siempre quise y,
mientras me descubro
los negocios dejan de llorar
y las puertas de las casas
comienzan a pudrirse.
Sucede que me canso de andar.
Sucede que me canso de ser hombre. |