Dicen por ahí, que bajo aquel misterioso árbol, por las tierras de no sé hasta donde y en el planeta de quien sabe donde está, pero que ahí está, se encuentra el tesoro de un pirata, cuyo nombre no recuerdo en este momento, ¿y que más les cuento? No importa, pues... lo que iba a contarles, para que contar tanto embrollo.
El chiste es que él era un pirata; no como todos los que salen en las películas, así nomás se las pongo, su nave se llamaba Dulcinea, con unos rines ufff… 24 pulgadas y cromados, pero bueno este es sólo nuestro antihéroe.
En la casa de la abuelita, los hermanos Hurley (que en realidad se apellidaban Pérez Gómez, pero sin ficción, no hay Cuento), estaban hartos de ver jugar al dulce gatito “bola de pelo” con la pelota de estambre que la abuelita usaba para tejer.
Sinceramente, en la cuadra 1 de la calle Marley corrían fuertes rumores de que un increíble tesoro se escondía en aquel viejo y oscuro callejón de la calle 32.
Así, que no se pierde nada con intentar buscarlo, digo, a mí nomás me contaron el cuento.
Hasta que Pimo, el niño de alambre, tuvo una gran idea y le dijo a su hermana Clonday.
-¡Clonday! ¡Tengo una gran idea! Deberíamos ir a buscar el misterioso tesoro de la calle 32!.
Los dos hermanos se lanzaron a la búsqueda de aquél, quizás desconocido pero bien dotado tesoro, ¿saben?, no es fácil encontrar un tesoro, pero para ellos dos no hubieron límites, cruzar tantas calles, pasar por los perros del señor de la tiendita, cruzar el puesto de periódicos, el parque de…. ¡Hay Dios!, como quisiera que ya acabara este cuento, ya hasta yo me cansé, pero me pagan por contar cuentos.
Mientras tanto, el pirata parecía estar enfurecido;
- ¡ahhhh! ¡Ya se me acabó el dinero en los tequilitas y en las pastillas felices. No puede ser! Creo que necesito más lana de mi tesoro escondido, ¡aaaaaahhh!
Fue cuando por fin los hermanos Hurley llegaron a la calle 32 y vieron aquel callejón solitario. Cuidadosamente, los dos niños caminaban alerta de todo peligro, pero no veían nada. De repente, por fin vieron el misterioso árbol y se lanzaron a correr en su búsqueda. Pero de repente, el pirata apareció enfurecido.
- ¡aaaaaaaahhh! ¡Ya los traigo morros! ¿Qué buscan en mi callejón? ¡aaaaaaaahhh!- De carácter fuerte, el pirata comenzó a rodear a sus pequeños intrusos.
- No…- dijo casi titubeando Pimo – Nada, señor fuerte, ilustre y peludo-
- Así me gusta morro, no me rezonguen y salgan de mi territorio, ¡aaaaahhh!
Con cabizbaja los dos niños salieron tristes de aquél oscuro callejón, cuando de pronto, de la nada apareció…no, no era Superman, ni Batman, quizás el Chapulín Colorado, pero frente a ellos estaba… ¿Su abuela? y su fiel gato; ella preguntó al pirata. – ¿Qué le estás haciendo a mis pobres nietos?-
-aaaaahhh, ya te traigo ruca- dijo ya sin control nuestro pirata.
-¿Ruca?- - Señorita para ti, jovencito malcriado- y lanzó su bolso con todas sus fuerzas, pero que esquivó el
pirata riendo, hasta que la abuela se acomodó la faja y lanzó una patada voladora que dió justo en su quijada.
-aaaahhh- gritó de dolor el pirata, y el gato se lanzó sobre el pirata, sin saber a lo que se afrontaba su abuela sacó de su bolsillo una barita mágica y sentenció con unas palabras, y lanzó sus poderes hacia el pobre pirata, y que fueron a parar justo en el corazón de Pimo, que al
instante fue cubierto por una espesa niebla que envolvía su cuerpo y gritó – ¡Soy un niño de verdad!- y saltó por la calle de felicidad, había dejado de ser un niño de alambre. La abuelita, descarriada por haber fallado, mandó a “bola de pelo” al ataque, que de un arañazo le quitó los lentes; Este al ver la luz dijo casi moribundo– La luz… me derrito…ahh...-
Y sentenció con sus últimas palabras a modo del Tri – ¡Y que viva el rock&roll!- Y así desapareció de este mundo, no se como, pero se fue y nadie lo ha vuelto a ver. Pimo y Clonday valoraron a su abuelita más que nunca (y a su gato también). En cuanto al tesoro… Sólo puedo decir que vaya que me pagan bien como cuentero y no sé porque, no se cuando, pero dicen por ahí, que bajo aquel misterioso árbol, por las tierras de no sé hasta donde y el planeta de quien sabe donde está, pero que ahí está, ya no se encuentra un tesoro de un pirata, cuyo nombre no recuerdo en este momento, ¿y que más les cuento? No importa, pues... eso ya es otro cuento.
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