| El fresco de la tardenoche Nos acarició el rostro,
 El viento dibujo en tu pelo
 La misma oscura trenza
 Que un lejano día
 Me latigó un “no”
 Respiré profundo un aire,
 Nuevo, distinto y distante,
 Que venía desde el tiempo
 A arrebujarme el alma.
 Te vi a mi lado, y mis ojos
 Te vieron en otro lado,
 En un lugar recóndito
 Desde donde siempre
 te guardé celoso.
 Después vi tu sonrisa
 Dibujada en tus ojos,
 Invitandome al abrazo,
 A la caricia tierna,
 Al beso profundo,
 Al roce del alma,
 A la entrega del cuerpo.
 La noche prologó el día,
 Que nos encontró unidos,
 En palabras ya pensadas,
 En otras improvisadas,
 En descubrirnos regiones,
 Que ni nosotros mismos
 Conocíamos ni imaginamos.
 Supe de tus mesetas
 Suaves en mis labios,
 De tu valles enriquecidos,
 Por perfumes virginales,
 De tus ríos torrentosos
 Palpitando en mi mano
 Del  abismo de tus ojos
 Oscuro, profundo, tierno.
 La llanura de mi pecho
 Se cubrió con tu cabello,
 Los caminos de mis piernas
 Recorrieron tus dedos,
 Y tus manos encerraron
 El cauce de mi deseo,
 Y fue erupción incontenible
 La deseada entrega.
 Prometimos transitar despacio
 Lo que finalmente, con urgencia,
 Atravesamos desesperados y
 Desesperantes de pasión.
 El sol mostró a mis ojos
 Tu desnuda espalda
 Y mi boca la tuya encontró,
 En la almohada, semi dormida
 Cuando abandoné tu cuerpo
 Y el tuyo me dejó ir al otro día.
 El día que esas calles viejas,
 Que tantas veces recorrimos,
 Riendo, cantando, buscando
 Encontrar al otro, deseando
 Que nos encontrara solos
 Y nunca nos encontrarmos,
 En esas calles que ahora
 Recorrimos abrazados,
 Por la orilla de un mar retirado,
 Frente a una vieja ventana
 Desde donde a escondidas
 Me miraba viendote.
 Esas calles azotadas de vientos,
 Que nos llevaba y traía recuerdos,
 Que nos alejaba lo vivido,
 Y nos acercaba lo por vivir.
 Esas calles en que deseabamos,
 No encontrar a nadie
 Para seguir siendo solos
 En esa ciudad tan nuestra,
 Cruzada de frío, lluvia, llovizna
 Y cariños guardados eternos.-
 Y tuvimos lo anhelado, lo deseado.
 Lo que sin querer había nacido
 En un atardecer de viento y sol.
 
 |