A pesar de tus preocupaciones y de mis soledades que me desvelen de mis sueños, estoy acá. Espero sentada bajo la sombra de un sauce maricón. Espero oir el maldito ruido de tu auto, hecho pedazos, llegar por el camino que cientos de veces recorrimos caminando. Y me quedo sentada estúpidamente durante horas. Y la sombra se desvanece, el sol comienza a derretirme las pocas neuronas sensibles que me quedan. Mi corazón sigue latiendo por inercia. Mis ojos perdieron la rutina y ya no se cierran, se fijan en la nada y se pierden. Recorren los recuerdos melancolicamente. Una y otra vez, queriendo perder alguna que otra lagrima. Me dan lástima, pero sigo ahí. El árbol casi es una prolongación de mi cuerpo y hasta creo apreciarlo. El sol huye espantados por la luna que me abofetea en la oscuridad y desvia mis ojos hacia algo. Pero obviamente no sos vos...y no sabes como eso termina de reventar mis neuronitas.
Lloro. Maldita prolongación saucina. Lloro por vos y ni siquiera me acuerdo de tu voz. Tus gestos, tus manos, tus ojos, cada parte de tu cuerpo es tan clara en mi memoria; pero tu voz...Dios, cuánto quisiera acordarme de tu voz...
La noche se hace noche y la luna paree burlarse de mi. Estúpida luna, estúpido sauce, jamás sabran lo que es amar a alguien. Malditos, afortunados, jamás conocerán el inmenso dolor que provoca amar a alguien. En fin, sigo sentada, mirando a la nada, solo soy conciente de la existencia de mis ojos...que se van perdiendo lentamente en la inmensidad de la oscura soledad de la noche.