¡A pesar de todo, ellas siguen jugando!
Debe ser que les encanta cometer esas travesuras, y enloquecernos poco a poco con sus bromas.Pero de lo que más estoy segura -creo que de lo único- es de que no hay nada que disfruten más que disfrazarse de peces.Y de leones con melenas de algodon;y de rostros siniestros que observan desde lo alto,dispuestos a fulminarnos con una mirada.
Disfrazarse de manos aferradas, que de pronto son un feroz yacaré; sus fauces abiertas en un ángulo completamente apto para engullir a la oveja pomposa que está pastando tranquilamente sobre un manto de blancura impecable, en un monte de espuma pálida, en un valle de belleza inigualable.
Disfrazarse de acuarelas al agua, sin forma ni tamaño.
Disfrazarse sólo de una inmensa mancha que abarca todas las tonalidades del rosado, púrpura, violáceo, y alcanzar así a cubrir toda la bóveda azul.
Disfrazarse de cuadro impregnado de colores vivos, y pálidos, y traslúcidos a la vez, para hacernos sentir a nosotros, los espectadores de esa puesta en escena de todos los días, una pequeña pincelada en ese cuadro colosal.
Disfrazarse de manchas oscuras que llegan con el paso de las horas, y muy revoltosamente empujarse, y distanciarse y volver a retorcerse, mientras sus colores van apagándose.
Disfrazarse de estrellas que se asoman a través de sus cuerpos etéreos, y brillar intensamente para poder superar la espesura de la mancha blanquecina, grisácea que las separa de nuestros ojos.
Disfrazarse de retazo de noche que se asoma, escondido detrás de una de aquellas diminutas farolas pálidas en el firmamento, para poder extenderse como una mancha de petróleo sobre lo que queda de la majestuosidad de aquellas voluptuosas y atrayentes nubes. |