Esperando
en
la
fila
del
supermercado
uno
piensa
muchas
cosas,
trama
terribles
crímenes,
finge
no
sentir
nada
pero
asesinaría
al
tipo
ese
que
ha
comprado
una
lechuga
y
paga
con
cheque.
Le
retorcería
el
cuello
a
la
señora
que
se
coloca
en
la
fila
de
la
caja
express
con
dos
carros
repletos
de
mercadería.
Lo
mejor
de
todo
es
la
niña
que
está
delante
mío,
¡Que
curvas!
¡Que
cabellera!
Sólo
eso
hace
que
valga
la
pena
estar
en
esta
fila
tan
larga
y
tan
repleta
de
injusticias.
Avanzamos,
yo
persiguiendo
imaginariamente
a
la curvilínea
y
ella
ignorándome
sistemáticamente.
Ya
queda
menos
mucho
menos,
harina,
arroz,
queso
camembert,
cervezas,
cecinas,
parece
que
estamos
de
festejo,
dos
personas,
tarjeta
de
crédito,
monedas
que
ruedan,
atienden
a
la
curvilínea,
se
va
de
mi
vida
para
siempre.
Cancela,
contemplo
sus
brazos
velludos,
su
voz
es
demasiado
ronca,
muy
masculina,
¡Horror!
Su
barba
es
larga
y
rubia,
no
es
ella,
es
él.
Se
marcha
contoneándose
con
su
carro.
Dispongo
la
mercadería
sobre
el
mesón,
estoy
triste,
¿que
opinión
se
habrá
formado
de
mí
el
señor
que
aguarda
a
mis
espaldas?..
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