El insomnio lo inundaba cada día con un recuerdo lacerante.. el de aquella noche!. Sólo la luz de la luna iluminaba su pequeño cuarto por un corto tiempo durante la noche, y era en ese momento, cuando esa luz tenue coincidía con su diminuta ventana, en el que él observaba esa foto. Ella, hermosa y radiante, con esa sonrisa que enamora (que lo enamoró), esas mejillas rosadas, y sus labios carmín, cual ángel caído del cielo. Y mientras la Luna le sonreía, él sólo miraba aquella foto, como si ella le estuviera hablando.
De día sólo le estaba permitido un pedacito de cielo, y unos minutos de sol radiante por la mañana (su ventana daba al este), el resto del tiempo todo era sombrío y triste. Él sumergido en su mundo y con la mirada perdida, pasaba todo el día encerrado en su diminuto espacio, reviviendo una y otra vez esa última noche que la tuvo frente a sus ojos. Aquélla noche en la que el carmín se apoderó de la habitación, pero sus labios no tenían color, y yacían fríos en aquella alfombra.
Ya habían pasado siete años desde esa noche, siete años de tormento. La amaba tanto, quizás más de lo que debió hacerlo. Ese día en la tarde ella había ido hasta su casa a verlo, pero estuvo muy poco tiempo allí, el suficiente para decirle que la dejara en paz, que no lo quería volver a ver, y a pesar de las súplicas de aquel afligido hombre, ella se marchó. Él no podía pensar, el dolor invadió su mente, sólo alcanzó a ir al ático, buscar esa vieja caja, y limpiar su contenido, siempre con la mirada perdida. Cuando llegó a la casa de ella, ya era de noche, vio la luz encendida, y tocó la puerta. Al abrir ella insistió en que se fuera, pero él solo alcanzó a decirle que la amaba. Un sonido estruendoso se escucho en aquella silenciosa noche de verano, y un frió metal atravesó la cien de aquélla hermosa mujer, que ahora se encontraba tirada en el piso.
Él lo recordaba con detalle, como si el paso de los años no fuera suficiente, pues ese era su último recuerdo.
No sé si lo que sentía era arrepentimiento, o simplemente amor (yo lo llamaría obsesión), pero esa noche, después de siete años, mientras la luna alumbraba, y con la foto frente a él, mirando la sábana que había colgado del techo de aquella sombría celda, dijo:
.- Amor, ya nos vamos a encontrar, para así seguirte amando...
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