***Éste cuento podrá usted hallarlo aquí y en los textos Negrafotocromatica, es un nexo entre ambas que, como todo nexo, nos une y como toda despedida.... nos separa.
La puerta de entrada está abierta de par en par... en la sala sólo ella.
Esta noche la negra se ha puesto su vestido blanco, hubiese querido usar su collar de perlas también, pero ella nunca ha tenido algo ni parecido a eso, mas su pobreza, que es más del alma que del bolsillo, le permitió tener esta noche y en su mano, una botella de ron...
Ni vaso ni copa, ni velas, ni música, nada. Sólo la negra y el ron, que ahora pasa a ser una de las pocas cosas que le pertenecen y se lo lleva a la boca como quién hunde cuchillo en pecho odiado. Sola y más sola que nunca, borracha y más borracha que nunca, se deja llevar por el ritmo etílico que le canturrea su pena en la cabeza... está bailando todos y cada uno de los boleros y tangos amargos que puede bailar una descalza-morocha-desalmada, cuando la cita ya no es cita y la otra mitad de uno no va a seguir siendo ésa mitad...
Lleva la noche bailando, riendo, llorando y cantando sólo como lo hace una negra a la que el dolor la ha partido a la mitad.
Cansada ya de hacer con tripas un corazón que le siga latiendo en el pecho... ha decidido no hacer nada y quedarse así, desalmada del todo, en ésta noche de bailes incorpóreos...
-“Qué mierda me va a doler ahora, ¿Ah? Ya no tengo corazón, hija de puta, ¿eh? ¿Cómo vas a hacerle para cagarme esta vez?”
-¡Estoy hasta la mierda de hablar sola! – se ríe
Retoma botella y baile, canturreando otro tango que la visita ésta noche negra...
“Si yo tuviera el corazón
el corazón que di
si yo pudiera como ayer
querer sin presentir”
Se ríe mucho y llora bajito, se ríe bajito y llora mucho, recita sus poemas que cada vez le suenan más graciosos, le cuenta sus cuentos a una silla que la mira perpleja...
Cansada del cuerpo, cansada del ser, se sienta en la silla, reclina la cabeza hacia atrás y se incorpora nuevamente, pero ya no está sola... la negra se pone de pie y apunta hacia la visita con su botella...
-¡Ahhhh!... Al fin vienes, te conozco, mujercita. ¿Viniste a verme la cara? ¿Y en esa facha vienes a mi casa, andrajosa malcogida?
La mujer que acaba de entrar por la puerta, avanza un poco entre los libros que la negra ha regado por el suelo, es la misma cara de siempre, el mismo andar medroso, el mismo perfume de siempre.
-Estás borracha.
-¿Borracha? Estoy hecha mierda, mejor dicho. Siempre llegas en el momento menos oportuno. Pero hoy me encontraste vestida de gala, malparida.
-¿Qué quieres, negra?
-A ver... ¿Sabes cantar, hija de puta? ¿Canta la señorita?
-Cántame un bolero, yo lo bailo, mejor ven y baila conmigo, deberíamos ser amigas ¿Sabes? Me lo has quitado todo, quítame la pena ahora.
-No te acerques, morocha, baila tú que yo te miro.
-¡Andá a cagar! Como diría un buen amigo mío que se fue hace poco. A propósito, ¡Adivina buen adivinador! ¿Por qué se fue mi amigo? ¿Eh, señorita? ¿Sabe usted? ¡Claro que lo sabes!, por supuesto, ¡Se me olvida quién eres! ¿Me dijiste que no cantas o si?
La negra comienza a bailar y canturrear en medio de sus libros, tropezando y cayendo, una y otra vez.
-Tienes buena memoria, morocha infeliz. Fue hace tanto tiempo.
La negra se detiene en seco y voltea a mirarla.
-¿Te parece mucho? Pues fíjate que yo lo recuerdo a diario ¿Qué curioso no, marica? Te vi en cada vidrio del hospital, en cada pasillo, te respiré como al aire, te sentí como hielo, y tú, infame puta vieja, me seguiste como sombra y te llevaste a mi niña.
-¿Y qué querías? Era el momento, tú misma lo dijiste alguna vez.
-¡Pues ya no me parece! ¡Nada me parece! ¡Y anda tomando tu tranco de perra envenenada y te me largas de acá!
Dicho esto la negra se deja caer en la silla nuevamente y mira como su visita gira en el acto y se marcha lento.
–¡Estás tan segura de ganar, hija de puta, que nos das toda una vida de ventaja! ¡Toooooda una vida! ¿Pero sabes qué? ¡No corro más! ¿Qué te parece, ah? ¿Qué hacemos ahora, señorita? – Dice riendo-
-No es tan fácil la cosa. Te aseguro que no.
-No te vayas, oye, ¡Ven!, ¡No me digas que te enojaste, pendeja! ¿Un poco de ron? Acompáñame al menos en esta noche de mierda, estoy hecha pedazos, ¡Pero qué insensible que eres! Jajaja... insensible... ¡Ay Dios mío! ¡¿Dios?! Jajaja...
La visitante volteó y avanzó lento hacia la negra.
- ¿Sabes? Me gusta ese tango que cantabas, negra, dame el tono y yo te sigo... ¿Sí? ven, abrázame, no llores nada, bailemos...
La morocha se pone de pie, ofrece su mejor sonrisa a su compañera y le concede la pieza.
“...Si yo tuviera el corazón
el corazón que di
si yo pudiera como ayer
querer sin presentir...”
La puerta de entrada está abierta de par en par... en la sala sólo ella.
De Anai Lemus a Negrafotocromática. (No llores nada, morocha, descansa)
|